LA POSTURA NARRATIVA ANTE LOS EFECTOS DE LA PANDEMIA EN LA SALUD MENTAL

| Por Leticia Uribe Malagamba |

La mirada narrativa se posiciona en un lugar de cuestionamiento y resistencia frente a las miradas normalizaras y patologizantes de los discursos dominantes. En este texto, Leticia Uribe nos comparte cómo esta postura resulta relevante en los tiempos de pandemia mundial, ante sus efectos en la salud mental.

Durante este periodo de confinamiento, en Grupo Terapia Narrativa Coyoacán le hemos dedicado mucho espacio a conversar acerca de los efectos y las respuestas que estamos teniendo, tanto nosotras, como las personas que nos consultan y las personas con quienes convivimos, en esta época incierta y difícil. Como parte de estas conversaciones hemos reflexionado también acerca de nuestro papel como terapeutas ante lo que está sucediendo y ante lo que vemos hacia adelante. En este escrito, intento resumir lo que me parece mas importante de nuestra postura ante esta responsabilidad.

La cultura psicológica imperante está basada principalmente en el modelo médico occidental, que impone conceptos de “anormalidad” y “normalidad”. Cuando hay riesgos de salud mental, busca unificar las experiencias para “entenderlas” y encontrarles “solución” y les asigna un nombre (diagnóstico) que de ahí pasa a ser generalizado hasta que pierde su sentido descriptivo y queda como un ente por si mismo, como si estuviéramos hablando de una cosa o una partícula concreta, como si tuviera vida y manifestaciones propias, mas allá de la experiencia misma que originó la descripción en primer lugar. Esto es lo que Keeney y Bateson nombran como “principios dormitivos”; aquellas palabras que pretendían acercarse a la descripción de un tipo de experiencia y que terminan perdiendo su sentido original, negando la diversidad de la vivencia humana, totalizándola y encapsulándola.

La tentación de encontrar diagnósticos novedosos que unifiquen la experiencia para buscarle soluciones “prácticas” y “efectivas” generalizables es muy grande; querer controlar las posibles enfermedades mentales que surjan de esta situación, aún antes de conocerlas, suena como algo provechoso. El problema es que estos diagnósticos tan generalizados nos pueden llevar a encontrar defectos y patologías donde no existen, invisivilizando la experiencia de las personas que nos consultan y desconociendo sus posibilidades de adaptación y crecimiento.

Este intento de generalización de la experiencia, despoja a las personas de la sensación de autonomía y de agencia personal para enfrentar sus problemas. Los diagnósticos e intentos de solución generalizada, quedan en manos de “expertos” y desconocen las sabidurías personales de cada quien, lo cual lleva a sentirse aún mas vulnerable, enfermx y sin posibilidades.

Otro efecto de estos intentos de generalización es el aislamiento. La lógica individualista/capitalista busca que cada individuo se auto regule e intenta ubicar las enfermedades mentales dentro de la persona, como si fueran una especie de microbio y como si fuera responsabilidad de cada quien evitarlo. Al borrarse la diversidad de la experiencia, se adjudican a la persona individual una serie de características negativas que se separan del contexto y, por lo tanto, niegan las repuestas posibles como válidas, pues solo se le da validez a aquello que “resuelva”, “evite” o “quite” el problema.

En las prácticas narrativas, uno de los puntos clave es cuestionar estos intentos unificadores que se alejan de la experiencia particular de las personas. Buscamos cuestionar los intentos de control externo que buscan soluciones expertas, ajenas a la voluntad y el alcance de la persona “común” que pueden ser monetizados e implantados sin resistencia en la población. Confiamos en que todas las personas contamos con sabidurías para intentar salir de las situaciones difíciles (aún cuando muchas veces no las escuchemos o no sean “efectivas” para parar o solucionar un problema) Estas sabidurías están basadas en aquello que valoramos de nuestra vida y nos llevan a actuar, muchas veces de manera intuitiva, para intentar evitar los efectos nocivos del trauma y para preservar eso que es valioso en nuestra vida (en ultima instancia, la vida misma).

El miedo, la ansiedad, la frustración, la tristeza, son todas respuestas validas y adaptativas ante un contexto de trauma generalizado como el que estamos viviendo. Pretender tratarlas como defectos individuales que hay que “corregir” solo aumenta su prevalencia y reduce la posibilidad de encontrar salidas a la situación traumática. En las prácticas narrativas, entendemos la salud mental como un fenómeno contextual, por lo tanto, es importante atenderla con la mirada en lo colectivo, en la conexión de nuestras sabidurías y las de las personas que nos rodean.

Desde la práctica narrativa, no pretendemos negar la utilidad absoluta de un diagnóstico, sino que buscamos ir más allá de él. Buscamos generar cuestionamientos que describan de forma amplia la experiencia de cada persona, y en este sentido, valoramos la curiosidad genuina y constante, que ponga siempre al centro la experiencia y los saberes de las personas, y que cuestione los discursos que les despojan de su autonomía, al totalizar y generalizar su vivencia.

Buscar conversaciones que colectivicen la experiencia, deconstruyendo sus características, dando espacio tanto a la diversidad de la experiencia individual como a la experiencia colectiva y contextual, nos permitirá nombrar de forma cercana cada respuesta para tomar una postura frente a la situación que estamos viviendo, que pueda incluir las sabidurías de cada quien respecto a aquello a lo que se aspira para sí mismx y para el entorno.

Sabemos que este tipo de conversaciones tienen el efecto de darle un espacio a la esperanza y de encontrar caminos que, aunque no podrán evitar que la pasemos mal, nos llevarán a conectar con nuestros compromisos de vida y a estar mejor como comunidad, cuando el proceso de crisis mundial haya pasado.

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