| Por María Eugenia Nadurille |
Maru Nadurille nos explica con gran claridad las razones por las que muchas veces se pasan por alto las señales de violencia en las relaciones de noviazgo, al confundirlas con actitudes amorosas, así como el papel que juegan en esta confusión las ideas sociales del amor romántico y los estereotipos de género.
Hacemos la propuesta de llamar trampas de la violencia en el noviazgo a los comportamientos, acciones y actitudes que, disfrazadas de normalidad, aparecen en las relaciones de noviazgo y engañan a las jóvenes parejas haciéndolas creer que sólo tienen “problemas de comunicación o de pareja” y no permiten ver que, en realidad, lo que sucede se llama violencia. Esto les lleva a minimizar, justificar o no poder abandonar una relación en la que existe violencia.
Al inicio de las relaciones amorosas y de noviazgo se está descubriendo lo que se siente el amor y la sexualidad. Es muy difícil estar alerta a señales escondidas de violencia, pues apenas se están definiendo concretamente los valores: lo que quiero para mí, lo que está bien y lo que está mal.
El noviazgo
Entendamos por noviazgo a la relación sentimental de 2 personas que no involucra que la pareja viva junta, no hay una dependencia económica de ninguna de las partes y es planteada como una situación temporal. El concepto de noviazgo se ha redefinido con el tiempo, ya no es considerado necesariamente como un preámbulo al matrimonio, en donde la sexualidad estaba excluida hasta que se estableciera la pareja de manera sólida ante la sociedad. Ahora hay cada vez una mayor apertura a la inclusión de las relaciones sexuales como parte de la relación. (Amores Chidos, 2012 :25).
Existen más formas de relacionarse entre jóvenes que incluyen otros acercamientos de tipo sexual que son conocidos, como “frees”, “amigovios”, “amigos con beneficios”, entre otros; pero estas relaciones son consideradas como menos importantes y buscan no tener o limitar el tipo de compromiso emocional o afectivo, teniendo una relación físico-erótica en distintos niveles (Amores Chidos, 2012). En todas estas relaciones se puede dar la violencia.
Violencia en el noviazgo
La violencia en las relaciones de noviazgo la entendemos como “todo acto, omisión, actitud o expresión que genere, o tenga el potencial de generar, daño emocional, físico o sexual a la pareja afectiva con la que se comparte una relación íntima sin convivencia ni vínculo marital” (Castro y Casique, 2010: 22). El objetivo es controlar o dominar a la persona. A pesar de contar con características específicas, se ubica dentro de la violencia de género y de la violencia contra la mujer, pues comparten varios criterios.
La ENVINOV (Encuesta Nacional de Violencia en el Noviazgo del Instituto Mexicano de la Juventud, 2007) analizó tres tipos de violencia: la física, la psicológica y la sexual. En este análisis, detectó que en las relaciones de noviazgo que establecen las y los jóvenes entre 15 y 24 años, hay expresiones de violencia de muy distinto tipo y en diferentes grados.
La violencia en el noviazgo se da con más frecuencia del hombre a la mujer, pero también existen mujeres con actitudes y comportamientos profundamente violentos que lastiman emocional o físicamente a sus parejas, los acosan, los celan o los someten. Por lo general, los hombres generan más la violencia física y sexual. La violencia que generan las mujeres es más de corte emocional.
Un problema cultural muy grave es negar los sentimientos de dolor y vulnerabilidad de los varones que viven violencia, pues les lleva a no pedir ayuda por el temor a ser criticados y recibir burlas en lugar de apoyo.
Por otro lado, ante el hecho de que también existen algunas mujeres que ejercen maltrato, los hombres muchas veces se excusan rápidamente al escuchar hablar temas de violencia de género diciendo: “también existen mujeres violentas, no sé por qué siempre nos echan la culpa a nosotros”; evadiendo así toda posibilidad de asumir responsabilidad y generar cambios.
El concepto del amor ha variado con el tiempo. Antiguamente, el amor y el matrimonio eran asuntos distintos. Existía el concepto del pragmatismo en la elección de pareja para procrear.
A partir del siglo XIX, el amor romántico se vuelve la razón fundamental para establecer relaciones matrimoniales. Un amor cuyos principios esperan de la mujer una entrega y fidelidad total, y del varón una entrega y fidelidad relativa. Marcela Lagarde explica que las mujeres hemos sido configuradas socialmente para el amor, hemos sido construidas por una cultura que coloca el amor en el centro de nuestra identidad.
En cambio, los varones dan definiciones mucho más mesuradas, donde describen el amor como una sensación de bienestar, algunos otros manifiestan no saber qué se siente estar enamorados. Este no saber, pone de manifiesto una cuestión cultural en donde ellos pueden sentir amenazada su masculinidad si expresan emociones y sentimientos amorosos.
El mito del amor romántico funciona muy a menudo como el escenario de la violencia de género, donde la idea de la posesión de la mujer por parte del hombre, genera comportamientos de control que desembocan en otras formas de violencia. El amor romántico funciona en términos de diferenciación de roles de género, reforzada desde distintos aspectos de la cultura. A la mujer se le pide dulzura y docilidad; del hombre se espera fortaleza, protección y dominio. Los estereotipos de género que permean la socialización, promueven, ya en la adolescencia, el origen de las desigualdades sexistas y la tolerancia hacia la violencia contra las mujeres.
La experiencia de la sexualidad también puede ser un campo propicio para la violencia. Las chicas que le dicen “no” a sus novios, corren el riesgo de ser violentadas sexualmente.
- En el noviazgo se está empezando a entender lo que significa una relación amorosa, las mariposas en el estómago, el ser especial para alguien y el aprender a compartir la vida con otra persona, son el tema principal.
- Se minimizan o justifican los actos violentos del compañero/a, argumentando que así es su carácter, o pensando que no es para tanto o que así son todos/as, entre otras justificaciones. Si además hay consumo de alcohol, por ejemplo, se le quita responsabilidad a la persona generadora de la violencia y se le atribuye a la intoxicación: “es que estaba borracho”, “se puso unos toques”, “sólo cuando está drogado se pone loco…”, etcétera.
- Aunque la estén viviendo, los y las jóvenes creen que la violencia sólo les sucede a las personas adultas, y que eso que les pasa a ellas/os es sólo una situación pasajera que van a poder manejar y que pronto va a cambiar.
- La violencia en las relaciones de noviazgo está cimentada en la transmisión de la cultura de violencia de una generación a otra en casa. Tal vez por eso se le da un sentido de “normalidad”.
Los celos
Los celos son una de las principales formas de control y violencia, pero por lo general, no son vistos así. Muchas veces se entienden como una muestra de amor e interés en la pareja y por eso no son rechazados tan tajantemente por quien los padece.
Los celos son un modo aprendido de relación que se compone de pensamientos, emociones y conductas. Los pensamientos relacionados con celos (los cuales suelen generar inseguridad, ansiedad y/o enojo) incluyen:
- Interpretaciones distorsionadas de cosas que la pareja dice o hace;
- Dudas constantes sobre qué tanto está involucrada la pareja en la relación;
- Suspicacia ante el hecho de que la pareja se relaciona con otras personas
Ante estos pensamientos, hay diversas respuestas que buscan retomar el control y recuperar la sensación de seguridad y calma, las cuales suelen ir orientadas a recabar evidencia que confirme (más que descarte) sus sospechas; por ejemplo:
- Prohibir a la pareja hacer ciertas actividades, ir a ciertos lugares o juntarse con ciertas personas.
- Revisar objetos personales, muchas veces con información privada (con o sin consentimiento de la pareja): mensajes en el celular (de cualquier red social o de texto), anotaciones privadas (en cuadernos, diarios, etc.), preguntar detalles muy íntimos a personas cercanas a la pareja, revisar objetos personales (por ejemplo, lo que trae en la bolsa).
- Mensajes y llamadas constantes para “comprobar” que la pareja está donde ha dicho y con quien ha dicho (incluye exigir que la pareja comparta su ubicación de manera constante a través del celular).
- Seguir a la pareja a lugares específicos sin avisarle; mantener un registro de sus movimientos (por ejemplo, a través del localizador del celular).
En el noviazgo existe la conocida “Prueba de amor” –“Si no tienes relaciones sexuales conmigo, no me quieres, o ya no te voy a querer”–. Pedir la “prueba de amor” es un chantaje, es señal de violencia, aunque casi nunca se ve así, se entiende erróneamente como “le gusto”, “me quiere y por eso me lo está pidiendo”, o “es normal pues los hombres tienen sus necesidades”.
Las mujeres tienen derecho a decidir libremente cómo vivir la sexualidad. Nadie tiene derecho a juzgar. Con mucha frecuencia se olvida que no deben ser juzgadas ni presionadas porque se dijo que “Sí” y ser catalogadas como: zorra, cualquiera, etcétera. O porque se dijo “No” y recibir como respuesta: “Me voy a ir con otra que sí me quiera”.
El tener o no relaciones sexuales durante el noviazgo, debe ser resultado de una decisión tomada de una forma libre, de acuerdo a las creencias personales y morales de cada persona y por consentimiento compartido.
La violencia en el noviazgo no es un problema de pareja: es un problema asociado a la cultura de violencia y se genera en la cultura patriarcal y machista en la que vivimos, donde se enseña a ambicionar control y ejercer poder sobre la otra persona.
La violencia no es natural y de ninguna manera es una forma de expresar amor. Cada persona tiene muchas opciones para reaccionar, usar la violencia es sólo una de esas opciones. Las personas que no asumen su responsabilidad, se excusan diciendo que no tenían otra alternativa, pero en realidad no saben elegir otra y las personas que la aceptan con naturalidad, probablemente lo hacen por que no saben ubicarla como un problema de violencia y están esperando que la otra persona sea la que cambie.
REFERENCIAS
Bosch, F.E. (2007). Del mito del amor romántico a la violencia contra las mujeres en la pareja. España: Universidad de Les Illes Balears.
Castro, R., & Casique, I. (2010). Violencia en el noviazgo entre los jóvenes mexicanos. México, D.F: Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias-UNAM, Instituto Mexicano de la Juventud.
IMJUVE. (2005). Manual de elementos pedagógicos para la educación sexual del Instituto Mexicano de la Juventud Instituto Mexicano de la Juventud. México: IMJUVE. Recuperado de http://www.slideshare.net/estasjoven/manual-de-elementos-pedagogicos-para-la-educacin-sexual.
IMJUVE. (2008). Encuesta nacional de violencia en las relaciones de noviazgo 2007. México: IMJUVE.
Rocha, M. (s/f). Los celos en la relación de pareja. Madrid: ITEMA. Recuperado de https://www.itemadrid.net/los-celos-la-relacion-pareja/.
Lagarde, M. (1996). Género y feminismo: Desarrollo humano y democracia. España: Horas y Horas, pp. 13-38.
Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. (2007). México: Diario Oficial de la Federación. Recuperado de http://www.diputados.gob. mx/LeyesBiblio/pdf/LGAMVLV.pdf
López, S. et al. (2012). Violencia en relaciones de pareja: Estudio en bachilleratos de la Ciudad de Xalapa. Colecciones educativas de salud pública, 8.
Martín, L. & Belened, M. (2010). Violencias (in)visibles. Barcelona: Icaria.
Secretaría de Gobernación. (2014). Violencia en el noviazgo. México: Segob. Recuperado de http://www.violenciaenlafamilia.conapo.gob.mx/en/Violencia_Familiar/Violencia_durante_el_noviazgo_de_los_jvenes.
Vargas, M.A. (Coord.). (2012). Amores Chidos: Guía para docentes: sensibilización, prevención y atención básica de la violencia en el noviazgo con los y las jóvenes. México: CONA.
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