¿Qué podemos hacer al visibilizar el ejercicio de poder moderno en nuestra vida?
| Por Tomoko Yashiro |
Tomoko Yashiro escribe de la conexión que encuentra entre las ideas del filósofo coreano Byung-Chul Han y las ideas de Michel White y la práctica narrativa. Reflexiona acerca de los discursos dominantes de poder y la forma en que influyen en nuestras vidas; pero también acerca el punto débil de estos discursos y sus efectos, cómo encontrarlo y cómo ampliarlo para generar historias alternativas.
Últimamente tuve oportunidad de leer un libro[i] muy interesante que recomendó el equipo docente del diplomado de narrativa del ILEF[ii]. Quiero presentar una frase del mismo que considero que nos permite reflexionar sobre algunas ideas básicas de la terapia narrativa, siendo que es escrita por un autor que no tiene nada que ver con la terapia narrativa:
“La técnica del poder del régimen neoliberal adopta una forma sutil. No se apodera directamente del individuo. Por el contrario, se ocupa de que el individuo actúe de tal modo que reproduzca por si mismo el entramado de dominación que es interpretado por él como libertad. La propia optimización y el sometimiento, la libertad y la explotación coinciden aquí plenamente.[iii]“
Al leer esta frase, ¿qué emoción les genera a lxs lectorxs de este blog? A mi me genera una reflexión personal un poco amarga, acerca de cómo he manejado mi vida, y también una sensación de esperanza al pensar en la posibilidad de escaparme de ese ejercicio de poder si se lograra visibilizarlo. Lo que yo he seleccionado en mi vida, por “mi propia decisión”, ¿qué tanto fue mi selección libre o qué tanto fue el resultado de las influencias de lo que se ha sugerido por los discursos normalizantes y dominantes de la época que me tocó vivir? ¿Qué tanto le estoy dando importancia a algo que en realidad yo misma pienso importante y aprecio, o qué tanto es más bien que yo estoy convirtiéndome en defensora de algunas ideas que ni yo misma aprecio o incluso de ideas que más bien me hacen sufrir? ¿Por qué me preocupo por tener o no tener esto o aquello, porqué sufro por lograr o no lograr esto y aquello? ¿Qué posibilidad de re-plantear mi selección de “cómo procesar” cada experiencia de mi vida puede generar “con respecto a” o “en contra de” la técnica de poder establecida en la sociedad al tener consciencia de su existencia y sus efectos? ¿Hay posibilidad de permitirme dirigir mi vivencia diaria hacia una mayor dignidad y alegría, más acorde con lo que yo siento afinidad?
Se trata de una frase escrita por un filósofo coreano que cuestiona el ejercicio psico-poítico que se observa excesivamente en la época actual. El autor analiza por ejemplo[iv] que en una época anterior la razón con la que se trataba de hacer comprar a lxs consumidorxs algunos productos específicos era acentuar más la búsqueda por convencer acerca de los méritos o la calidad que ofrecía cualquier mercancía, ya fuera un coche más rápido, una crema que tonificara mejor, vestidos más ligeros, calientes o resistentes, etc. Sin embargo, actualmente la mercadotecnia más efectiva para la venta se asocia con el cómo lograr provocar emoción en lxs compradorxs, por querer conseguir un producto u otro; una emoción que no necesariamente está ligada con la justificación de la necesidad de utilizar ese producto o de las diferencias de la calidad de cada mercancía, sino con la idea de que “el tenerlo” le hace sentir más “nice, feliz, maravilloso, que le sube el rango social”, etc. El autor reclama que la “emoción” está siendo usada como un “vehículo” importante, como técnica de control y de venta, en tanto que ella es más económica, costeable y efectiva para generar un mayor consumo. Utiliza el término “psico-político”, planteando una serie de reflexiones interesantes relacionadas con el ejercicio de poder en la sociedad en la que estamos inmersos.
Al leer esta frase planteada más bien en el ámbito de la discusión filosófica y la crítica sociopolítica, me acordé del parecido que tiene con las reflexiones planteadas por Michael White[v], con base en ideas de Foucault, sobre lo que se puede hacer desde la perspectiva de la terapia narrativa con las personas que sufren por la sensación de “ser fracasadas”. Lo que escribió White me hizo entender cómo tantas personas en la sociedad actual sufren por la sensación de fracaso y cómo esa sensación está convirtiéndose en uno de los temas más importantes en el consultorio psicoterapéutico. Explicó que la sensación dolorosa de sentirse “fracasado” está fuertemente ligada con el ejercicio de poder y de control social en términos muy parecidos a lo que se explica en la frase citada del filósofo coreano.
White planteó que el visibilizar ese ejercicio de poder que se está operando en las experiencias de desesperación de las personas, es un paso muy poderoso para re-escribir las auto-narraciones negativas “injustamente” establecidas en la vida de cada consultante, por ende, para los fines psicoterapéuticos.
Según su explicación, lo que subyace en esa sensación de fracaso es una serie de ideas condensadas de lo que los discursos normalizantes nos dictan que “deberíamos ser y sentir”, y a partir de las cuales cada persona llega a percibir que no está dando “el ancho” o no está cumpliendo sus expectativas consigo mismo y/o con su contexto social, lo cual le hace tacharse, culparse, sentirse triste o deprimida, incluso carente del derecho de seguir viviendo en la sociedad. La peculiaridad de este ejercicio del poder es que quien detecta y castiga esas “fallas” definidas por algunos discursos normalizantes es la propia persona, y no necesariamente alguna persona externa. Aun cuando llegara a darse el señalamiento y el rechazo de otras personas que la discriminaran, la mirada que causa un mayor dolor es la propia evaluación de la persona en cuestión, de sentirse “inadecuada”, “insuficiente”, “ineficiente” y/o “despreciable”.
White explicó, siguiendo a las ideas de Foucault, que este tipo de ejercicio de control “recluta la participación activa de la gente en diseñar sus vidas, sus relaciones, sus identidades, de acuerdo a normas de conducta construidas… somos consecuencias de este poder y, al mismo tiempo un vehículo para él…”[vi]. Es decir la característica más importante de este tipo de ejercicio de poder es que las personas sienten que están diseñando su estilo de vida bajo su propia libertad, cuando en realidad están fuertemente influenciadas por algunas ideas que cada persona ha asimilado, mismas que tienen contacto con e influencia de los discursos normalizantes.
Ejemplos de algunas ideas normalizantes serían: debemos ser eficientes, productivas, exitosas, tener más dinero, felices, positivas, debemos ser sociables, sanos, “nice”, destacados, líderes, inteligentes, positivos… Son frases con las que la mayoría de nosotrxs hemos tenido contacto en nuestra vida y muchas veces estas ideas también nos motivan para ir creciendo en nuestro ser. En ese sentido las ideas en sí no son “negativas”, salvo que cada una de estas ideas se asocia a un margen muy estrecho de realización con los términos totalizadores, y termina marginando varias otras posibilidades de expresion de los mismos conceptos que también constituyen la belleza de la vida humana. Por ejemplo la idea de que el éxito está estrechamente asociado con la capacidad económica, sin poder visualizar al éxito en otros términos; otra sería la sobre apreciación de un tipo de belleza asociado con la delgadez propia de la juventud, de un estilo de cuerpo joven, que margina la belleza natural propia de las edades; la sobrevaloración de la actividad frenética, en lugar de el aprecio de la quietud y de tener tiempo de ocio, que es germen de la creatividad, etc.
Cuando la “sensación totalizadora” de cada uno de estos discursos normalizantes crece demasiado en la vida y en las ideas de las personas, puede no dejar espacio a otros criterios de vida igualmente válidos o incluso más estéticos y amables para la humanidad. Esto puede asfixiar y marginar injustamente a ciertos estilos o manejos de vida, ya que la complejidad y la diversidad humana no puede ser resuelta, comprendida y manejada por algunos pocos discursos que representan la superioridad y que favorecen sólo a unos pocos grupos y contextos reducidos de la población que “poseen” esas características sobre valoradas.
Lo que me resulta emocionante de lo que planteó White en la terapia narrativa es la posibilidad de cada persona de subvertir esta relación de dominación de los discursos normalizantes por medio del diálogo terapéutico. White dice: “Si las operaciones del poder moderno dependen de la participación activa de las personas como sus instrumentos, entonces, a pesar de lo abarcativo y efectivo que son, hay una fragilidad que no tienen las estructuras tradicionales del poder. Al basarnos en esta idea, nos damos cuenta que los individuos están localizados en un lugar especial para desafiar o subvertir las operaciones de poder. Al desafiar las disposiciones y hábitos de la vida diseñados por el poder, la gente puede ser una ficha importante en negarle a este poder.”[vii]
Es decir si el carcelero para moldear nuestra vida de acuerdo a discursos normalizantes somos nosotrxs mismxs, cuando esos discursos empiezan a funcionar más bien haciéndonos daño, las llaves y la capacidad de liberarnos de dicha cárcel están en nuestras manos. Esa es la posibilidad psicoterapéutica que planteó White con base en la comprensión de la fragilidad inherente en el poder moderno.
White planteó que la historia dominante de las personas está construida en relación con este ejercicio del poder moderno. Al escuchar el motivo de consulta de una persona, podemos buscar saber con qué tipo de discursos del poder moderno están asociadas su sensación de desasosiego, la vivencia de fracaso y las experiencias de dolor, de vergüenza, de impotencia, etc.
A su vez, se puede ver ese desasosiego, la vivencia del dolor e impotencia, desde una metáfora diferente, no como una “prueba” de algo patológico y de vulnerabilidad de esa persona que se debe “modificar”; sino como una forma o capacidad de resistir, eludir o negar el ejercicio del poder moderno pre-establecido, como una postura que esa persona adopta ante ciertas formas de operar la vida con las que no está de acuerdo o no está cómoda.
Con base en este tipo de comprensión, la terapeuta narrativa se interesa en saber identificar en las expresiones de desasosiego, dolor, enojo y vergüenza de sus consultantes, los valores que están tratando de proteger en su vida, la sabiduría peculiar que han aprendido para poder rechazar de esa manera particular las influencias del poder moderno, las mismas que están relacionadas con experiencias previas con los personajes significativxs de su vida.
Por ejemplo, con una mujer ejecutiva que estaba agotada por su trabajo y que sufría por sus “actos de sabotaje” respecto de la preparación del examen de promoción, se desarrolló la conversación acerca de que si sus actos de sabotaje fueran una expresión subversiva respecto a dejar que su vida siguiera siendo dominada por la lógica del “ascenso” y de la productividad: “¿qué crees que te está proponiendo tu vida para que reflexionaras por medio de esos actos de sabotaje? ¿Cuál sería tu respuesta a esas propuestas? Si puedes conversar con “el acto de sabotaje”, ¿qué le dirías que quieres que te ayude a proteger en tu vida?, y ¿qué le dirías que quieres que te ayude a deshacer en tu vida? ¿Ese cansancio qué dice de las cosas que sabes valorar? ¿Qué episodios me puedes contar de tu vida que has protegido y/o gozado de ese valor en tu pasado?” Etc. La consultante, al tener el contacto con la metáfora de que su sabotaje podía ser una expresión subversiva respecto de algunas operaciones dominantes en su empresa, empezó a relajarse y empezó a reconocerse a sí misma en relación con su compromiso con el bienestar propio y su perseverancia y capacidad para proteger su valor, pese a la presión del contexto. Empezó a sugerirse a sí misma el tomarse tiempo de descanso más propositivamente y tiempo de relajación durante el trabajo, y en los días de descanso, sin tener sensación de culpabilidad y/o de vulnerabilidad, sino más bien sintiéndose a sí misma ser subversiva, eficiente y valiente, al mismo tiempo de seguir buscando el ascenso en su vida bajo un criterio más amplio y con la perspectiva más larga.
Otro ejemplo sería algo que he visto en algunos hombres. Por ejemplo, un hombre que sentía vacío en su relación de pareja. Con cada pareja con quien ha tenido relación se siente que no puede amarla lo suficiente, constantemente se irrita si no sale bien algo, y a pesar de tener una pareja que lo ama, constantemente tiene ideas de tener relaciones con mujeres estereotípicamente sexys, llamativas, etc. Pero a la vez, sabe que se acaba en un instante la emoción de estar con esas mujeres sexys, ya que muchas veces no ha tenido puntos comunes con ellas en sus experiencias pasadas. En la conversación con los hombres que han tenido este tipo de dilema, se ha evaluado acerca de la relación entre su deseo de tener acceso a una mujer tipo trofeo y el discurso machista que sugiere eliminar todo tipo de emoción y la necesidad de cariño como algo femenino, y los mandatos que le sugiere ver las cosas sólo en términos de conquista, que pareciera estar en contra de desarrollar una relación profunda, en la que se establezca una mutua confianza con la otra persona. Al verbalizar la posibilidad de estar influenciado por este tipo del discurso normalizante —que por cierto muchas veces las personas mismas reconocen que no es propio de sus ideas—, los consultantes suelen generar una reflexión nueva y profunda sobre su vivencia de vacío y sobre la posible prohibición y miedo respecto de desarrollar una relación profunda de amor con otra persona en relación con los modos machistas de “dominar al otro y no soltar el control”. Se puede entonces hacer la siguiente pregunta dada esa cavilación: “¿Cuáles serían los efectos de seguir operando tu vida sin tener estas reflexiones sobre algunos mandatos sociales y cuáles serían los efectos de que si irías profundizando en ellas?”.
En mi práctica profesional, el basarme mi conversación terapéutica con mis consultantes en la mirada sugerida por la terapia narrativa me ha abierto varias posibilidades refrescantes, interesantes y esperanzadoras.[viii]
[i] Byung-Chul Han, “Psicopolitica”, (2014), Herder, Barcelona.
[ii] Agradezco especialmente al Dr Nacho Maldonado por sugerir a leer varios libros de este autor y provocar reflexiones activas en el equipo. También a todo el equipo por las reflexiones desarrolladas y compartidas en las reuniones.
[iii] Byung-Chul Han, Idem, p. 399.
[iv] El autor realiza una reflexión más amplia en relación con el ejercicio del poder en la sociedad, y este ejemplo no necesariamente lo más representativo de su idea, pero para fines de lo que quiero desarrollar en este artículo, me pareció adecuado.
[v] White, Michael. “Addressing Personal Failure.” The International Journal of Narrative Therapy and Community Work 3 (2002), p. 33–76.
[vi] White, idem.
[vii] White, idem.
[viii] Agradezco a todxs lxs miembros del GTNC por varios años de reuniones y reflexiones compartidas que son también partes importantes de este artículo.
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