| Por Rosa Ma. de Prado González |
Nuestra invitada de este mes habla acerca de la utilidad que tiene la construcción de cuentos dentro de las prácticas narrativas, así como de la importancia terapéutica de los mismos en la vida de las personas.
El consultorio de terapia ha de ser un lugar sagrado en donde impera un respeto absoluto por el ser humano, por su dignidad y por su derecho a la autonomía, un lugar en el que todo aquello que sucede deberá ser utilizado en pro del crecimiento, de la salud y de la liberación de los consultantes y el terapeuta. (Suyan) Dios hizo al hombre porque le gustaba escuchar historias.
(Keen, S, 1973)
El uso del cuento en mi terapia surgió en la conjunción de varios acontecimientos. Uno de ellos fue el haber conocido a Carlos Arturo Molina en un Congreso de la Asociación Mexicana de Terapia Familiar. Desde siempre he considerado que la escritura es una compañera de viaje. Narrar la vida, lo que se siente, lo que se quiere decir o lo que solo puede expresarse a través del lápiz y el papel (ahora laptop) ha sido un recurso personal que frecuentemente he utilizado en la terapia. Mi gusto por narrar creció en una familia en la que el relato de la vida y de otras vidas iluminaba el caminar cotidiano: mi padre escribió poesía y mi hermana y yo hemos escrito varias cartas y algunos cuentos. Todo esto, unido a la experiencia en la escucha de las historias con las que me honran las familias y el gusto por la narrativa escrita, me ha llevado a experimentar el escribir y contar cuentos para mis consultantes. Mi pasión por la mirada del terapeuta desde la postura Narrativa me condujo a encontrar un lugar donde “acomodar” el gusto de escribir cuentos. El momento en el que surge el cuento es cuando se ha escuchado ya una buena parte de la historia del problema, la que trae el sufrimiento a la persona o la familia y se tienen algunos entramados de historias alternativas, algunas pistas de lo valorado, algunos eventos extraordinarios y varios ausentes pero implícitos que pueden explicitarse en la metáfora del cuento. El cuento se gesta en la conversación a partir de algunas notas textuales y con la necesidad de engrosar las historias que llevan a las personas a lugares preferentes: las historias de lo valorado, de los compromisos de vida, de las múltiples maneras de enfrentar los dragones de la cotidianeidad. Son historias que claman por incluir en nuestro club de vida a quienes nos han regalado con su presencia pócimas mágicas para tener la fuerza y nos han compartido su conocimiento experto de magos, hadas, duendes y seres extraordinarios. El cuento no es para mí una interpretación de la vida, si no una manera de devolver el regalo de las historias que me cuentan aportando mi mirada particular y la intuición de lo que es valorado por la persona y la familia. Es un intento de engrosar la historia de esperanza en ciernes que surge del relato en la terapia, de darle el color, imaginación y movimiento que la haga atractiva y útil para abrir más espacios en el corazón. De ninguna manera tiene mayor peso mi versión (el cuento) que la de la familia. Por ello el cuento es considerado un documento terapéutico como lo son cartas, certificados y diplomas. Dentro del proceso se habla sobre el cuento, se comenta lo que está cerca de la experiencia y lo que está lejos. Se deconstruye la historia y se generan nuevos relatos familiares de la misma. Estos relatos, y no el cuento, son los que sostienen la re-autoría de la propia vida. El cuento es solo la metáfora que contiene y permite desarrollos más ricos del relato. El cuento es una invitación a volver a imaginar mundos posibles y placenteros, un vehículo que nos permite hacer un recorrido por el pasado, presente y futuro de nuestras vidas con la sensación de que lo que más valoramos nos guía en el camino y sobrevive a la adversidad.
Carlos Arturo Molina-Loza (2002), psicólogo guatemalteco (que no se define como un terapeuta narrativo propiamente, sino como terapeuta familiar que hace uso de algunos elementos de la narrativa), nos explica la conexión entre la Narrativa y la terapia de la siguiente forma:
La concepción Narrativa de la terapia constituye una de las diversas maneras con que cuenta el terapeuta para oír y redefinir la historia que le es presentada por la familia. Con una atención siempre enfocada hacia lo más saludable y positivo de la historia familiar, el terapeuta acoge y reorganiza esa misma historia para, a continuación, devolvérsela transformada en un relato simbólico-metafórico que deberá incluir tanto una descripción detallada del sufrimiento y de los problemas que viven, cuanto que sus propios recursos de salud y nuevas perspectivas de cambio y crecimiento.
Más adelante, Molina menciona los pasos de lo que menciona como lógica del trabajo de construcción de la narrativa:
- Incluir el máximo de informaciones presentadas por la familia.
- Hacer de los miembros de la familia los héroes de la historia.
- Ser plausible, que su realización sea algo posible.
- Presentar nuevas aperturas, nuevas perspectivas de cambio y crecimiento.
- Ser un relato más bello que aquel que la familia traía.
- Basar el relato en los afectos de los miembros de la familia en conjunción con lo que siente el terapeuta en el trato con esta familia en el contexto de la intimidad de las conversaciones (en otras palabras, por el amor que siente por la familia).
A esta manera de utilizar el cuento añadiría yo, desde la perspectiva de la Narrativa, que el cuento puede pertenecer a la serie de documentos utilizados como “ritual de pasaje” casi hacia el final del proceso de la terapia o en el momento en el que sea necesario evidenciar la historia alternativa. Dentro de la narrativa, los documentos terapéuticos son considerados como una manera de mantener con vida el subargumento emergente (historia alternativa) que surge en la conversación hablada. Esta versión escrita puede editarse varias veces hasta que muestre lo que se quiere expresar y compartirlo con la audiencia deseada, lo que no puede hacerse con el lenguaje hablado aunque se grabe.
Co-construcción de cuentos con niños y jóvenes
En mi caso, la construcción del cuento se convierte en una tarea compartida con el protagonista, la mayor parte de las veces es un niño o un adolescente que me dice de qué quiere que se trate el cuento, a quiénes incluiría, qué caracterización le daría a cada personaje y cuál sería el mensaje que quiere comunicar a través de este cuento. El cuento es una manera de comunicar a los padres principalmente, los conocimientos expertos rescatados en el proceso de la terapia, como dice un joven consultante: “hacerles saber que todo está bien, que no tienen de qué preocuparse”. Considero que esta herramienta es sumamente útil para el trabajo con niños y adolescentes, tiene el poder de hablar desde un terreno en el que son expertos naturalmente, el de la imaginación y la metáfora, les ayuda como vehículo para comunicar la propia sabiduría en ciernes, les permite crear trazas de nuevas historias liberándolos de descripciones acabadas de sí mismo y de sus posibilidades. Un cuento es una primera versión de muchas otras, sienta las bases de muchas aventuras y descubrimientos por venir y permite hacerse el protagonista de los mismos. Un niño o joven que puede ser protagonista de la historia de un cuento se asoma a la posibilidad de ser autor de su vida, a decidir qué retos enfrentar y que habilidades utilizar para salir adelante cuando los dragones aparecen en escena. Puede ayudarse de otros personajes, escuchar la sabiduría y conocimiento de otros, pero siempre es él quien decide, quien toma el riesgo. En el caso de las conversaciones externalizantes, el cuento se convierte en una posibilidad de enriquecer la caracterización del problema externalizado, de darle una historia, una forma, hablar de sus intenciones para la vida del protagonista, conocer sus efectos en la vida de los participantes de la historia y vincularlo con otras historias. En el cuento, la externalización es un lenguaje natural, propio y fácil de comprender. Para los padres, después del cuento les es más sencillo hablar de esos problemas que afectan la vida del niño y de la familia, usar las imágenes que regala el cuento y enriquecerlas, deconstruirlas y tomarlas prestadas para la comprensión de la vida familiar en relación con estos personajes. El cuento así, genera un lenguaje compartido en el que el niño es el experto y el adulto el aprendiz, regresando a los pequeños la posibilidad de ser escuchado y tomados en cuenta en la resolución de conflictos familiares.
Sobre el uso de la metáfora
El curador no debe decir la verdad desnuda. Tiene que emplear imágenes, alegorías, figuras, un lenguaje portentoso u otros caminos ocultos e indirectos (Paracelson en O’Hanlon, 1995). El ingeniero de metáforas debe acostumbrarse a un lenguaje intermedio entre la producción de una idea y su emoción correspondiente. El lenguaje metafórico es el más capaz de quedar impregnado en la memoria durante largo tiempo. La naturaleza de la memoria es de carácter mítico y a-histórico. El recuerdo de acontecimientos y personas deja de ser una crónica histórica para convertirse en una estructura mítica.
Del mito
El mito sobrevive a cualquier crónica pretendidamente real de los acontecimientos. El mito no se puede descifrar exactamente y produce una expectativa de alerta desesperada que intenta una y otra vez comprenderlo. Lleva a quien lo escucha a abrir mas puertas, a entender y aceptar un número ilimitado de posibilidades para narrar la vida.
Un poco de historia al respecto: cuentos de hadas y trabajo terapéutico
Existen muchas reflexiones sobre el papel de los cuentos de hadas en el trabajo terapéutico:
- Bruno Bettelheim (1978) propone una interpretación psicoanalítica de los cuentos de hadas y explica su utilidad en la psicoterapia en su libro Psicoanálisis de los cuentos de hadas.
- Marie Louise Von Franz (1978) propone lo mismo desde la concepción Junguiana.
- Maria Varano (1988) hace énfasis en su producción de cuentos en los grupos de formación.
- Verena Kast (2000) utiliza cuentos tradicionales de hadas en la intervención terapéutica.
- Clarissa Pínkola Estés (1999) asume la postura radical de decir que “las historias son bálsamos medicinales en las que se encuentra la curación para cualquier daño o para rescatar algún impulso psíquico perdido”.
- Milton Ericsson (1986) habla de la historia terapéutica en un espectro que va desde la experiencia personal del terapeuta, pasando por la historia de otro cliente a la más bien elaborada historia metafórica. Muchas inducciones pos-hipnóticas no son más que fragmentos de la otra historia que se le cuenta al cliente, a partir de la cual puede hacer nuevas construcciones de identidad.
- Jaques Salomé (1993) escribe historias metafóricas destinadas a transmitir el mensaje terapéutico en un lenguaje simbólico que, según él, sería fácilmente captado por el inconsciente invitando a las personas a elegir caminos de salud.
- Philipe Caillé y Yveline Rey (1988) proponen la redacción de los cuentos terapéuticos después de un período de varias sesiones, lo entregan y piden a la familia que lo concluya.
- Haim Omer (1997) comenta con respecto al uso del cuento en la terapia “el terapeuta debe partir de las premisas del paciente y seguir la corriente de su historia, pero después debe ayudarlo a alejarse de ella”. En otro escrito, junto con Nahi, menciona la importancia de la construcción de cuentos para contrarrestar la historia dominante:“ Los clientes vienen cargando poderosas historias, que se caracterizan por incluir desoladores auto-retratos, enredos inexorables, temas estrechos y pensamientos desmoralizantes. ¿Cómo competir con un tipo de historia que no sólo ha sido muy bien ensayada, sino que también se apoya en montañas de evidencias selectivas negativas- historias tan persuasivas- que el cliente no las ve como simples historias, si no como pedazos de vida? Debemos construir retrato contra retrato, enredo contra enredo, tema contra tema, pensamiento contra pensamiento, sin limitarnos simplemente a escribir una historia después de la otra. Para tener éxito, la nueva historia debe ser suficientemente próxima de las experiencias del cliente para que él la reconozca como su historia y, por otro lado, debe ser suficientemente diferente a la historia anterior, para que permita la percepción de nuevos pensamientos, de nuevas opciones.”
¿Es la vida diaria un cuento maravilloso?
“Negar la presencia del unicornio no le impedirá existir y por el contrario sólo servirá para hacer de él un monstruo” (Bateson, 1971). Molina (2005) nos dice que se puede construir un cuento maravilloso terapéutico a partir de la historia personal por la notable semejanza que existe entre la estructura del cuento maravilloso y la estructura de la vida de las personas comunes. Su manera de conectar la historia de la persona con la posibilidad de la reconstrucción a partir del cuento se basa en ideas interesantes:
- Cada persona tiene 2 historias personales: 1. Las experiencias y hechos vivenciados que no pueden ser cambiados; y 2. La selección de hechos y experiencias con pesos y medidas diferentes que determinan la visión del mundo y actitudes de la persona. El terapeuta es invitado a escuchar y hacer una reconstrucción de la historia interna que permita a la persona hacer la selección preferida de hechos y acontecimientos de acuerdo con un tema conversado.
- Existe una historia externa de la persona, que puede ser: 1. Cualitativa, contada por las personas más cercanas y significativas; o 2. Cuantitativa, contada por personas mas distantes como compañeros de clase, de trabajo o grupo de pares. Estas versiones de la historia influyen en la reconstrucción de la historia interna, por lo tanto, deben ser consideradas, cuestionadas y elegidas a partir de lo que la persona valora en la vida.
- El terapeuta no tiene mas garantía en el proceso que el estar por entero en la relación, sufrir, disfrutar y buscar con… nunca tendremos certeza del resultado.
Molina da a su quehacer el nombre de terapoética de la familia, en la que puede llevarse al consultante, de la prosa del mundo (historia dominante) al estado poético (donde reside lo que se sueña y valora).
ESTRUCTURA DEL CUENTO MARAVILLOSO
Algunas ideas para la construcción del cuento a partir del relato
Resulta útil anotar en dos columnas paralelas:
- Narrativa del consultante: listado de algunos elementos centrales del relato (historia dominante e historia alternativa) en donde podamos anotar los nombres de los integrantes de la familia, los sucesos importantes y dolorosos, los acontecimientos extraordinarios, lo valorado, compromisos de vida y elementos de la historia alternativa.
- Narrativa terapéutica: anotar las analogías y metáforas correspondientes a nombres, eventos, lo valorado, trama.
En mi caso, resulta interesante sugerir algunos temas o tipos de cuentos y que el consultante (niño, joven o adulto) decida qué tema le gusta y qué personajes pondría. Dentro de cada una de las situaciones puede involucrarse más o menos al consultante en la construcción del cuento: la creatividad y la libertad es tanta como cantidad de cuentos existe. Por ejemplo, se le puede pedir que le dé un final a una historia que dejemos en el momento de crisis y decisión, o cambiar el final si no es el que le gustaría para entregar la historia a su familia. Cabe mencionar que los finales felices en los cuentos de hadas no significan que es una felicidad permanente, si no que la felicidad contiene como parte de sus significados:
- Una conquista.
- Dinámica de búsqueda constante.
- Un objetivo compuesto por varios blancos en movimiento.
- La capacidad de decidir.
REFERENCIAS:
Ortín, B. & Ballesteros, T. (2005). Cuentos que curan. Barcelona: Océano Ámbar.
Molina, C.A. (2002). Nuestras abuelitas ya lo sabían. Belo Horizonte: Artesa.
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