PENSANDO ACERCA DE LAS CARTAS TERAPÉUTICAS

 Por Miriam Zavala Díaz |

Miriam Zavala nos comparte la experiencia que tuvieron ella y su grupo de estudio del diplomado de la UNAM, al practicar la escritura de cartas terapéuticas, a partir de lo que se propone en el volumen especial de este año del Journal of Narrative Family Therapy, editado por David Epston y dedicado a ese tema. El relato de Miriam nos aporta lineamientos y sugerencias puntuales para la escritura de cartas terapéuticas en nuestro contexto local, que llevan a quien lo lee a tener ganas de experimentar en la práctica lo que su grupo vivió. Esperamos que tenga este efecto en las y los terapeutas que lo lean. 

Hace unas semana en mi grupo de estudio de Narrativa [1], nos propusimos, después de leer el volumen del Journal of Narrative Family Therapy de David Epston dedicado a las cartas terapéuticas, no sólo revisar el texto y reflexionar alrededor de él como hacemos cada mes, sino poner en práctica lo que leímos y llegar a la reunión con una carta terapéutica dedicada a algunx consultante con quien hubiéramos trabajado recientemente. No me hubiera imaginado que el ejercicio nos llevaría tan lejos, por eso es que he decidido escribir acerca de la experiencia y compartirles nuestras reflexiones de ese día.

Diría que lo que me motivó para proponerle la experiencia al grupo fue que de inmediato la lectura prendió mi curiosidad. Desde Medios Narrativos para fines terapéuticos (White & Epston, 1993), no estaba segura de haber leído nada en Narrativa que hablara de la importancia de escribir cartas a nuestrxs consultantes. Las entendía como un buen ejercicio en algunos momentos de los procesos, que podían desencadenar la emergencia de perspectivas múltiples, abrir espacio para la re-escritura de historias y la reautoría. Las pensaba también como un buen cierre para los procesos y documentarlos, como una manera de despedirnos de las personas. Pero la introducción al volumen de la revista cuestionó mis entendimientos.

¿Cómo no sorprenderme cuando leo las palabras de Epston, señalando lo mucho que le impresiona ver que en las diferentes partes del mundo donde imparte talleres de Narrativa, son escasxs lxs practicantes que las consideran dentro de su ejercicio cotidiano, mientras que para él son no solo un ejercicio acostumbrado, sino, además, la mejor forma de repensar sus sesiones, de hacer correcciones o addendum a lo trabajado, de recibir retroalimentación de lxs consultantes acerca de algunas ideas propuestas durante la sesión o después de ella, así como un medio muy eficaz de supervisar a sus estudiantes? ¡Una carta terapéutica según las pesquisas de David Epston equivale a 4.5 sesiones de terapia!

¿Cómo es que las cartas terapéuticas pueden aportarnos tanto y a la vez las usamos tan poco?

La primera respuesta en mi cabeza tiene que ver con el tiempo. No sé si se trata solo de mi vida o de cómo nos trastoca habitar en esta cuidad tan grande y demandante o si es más bien la forma en la que se organiza la cotidianidad de muchas personas en este mundo moderno. Sea lo que sea, tiempo es justo lo que siempre me falta: entre clases, consultorio, yoga, familia, pareja me cuesta pensar en añadirle una responsabilidad más a mi agenda. Pensar en escribir una carta para cada unx de mis consultantes o la mayoría de ellxs implicaría añadir horas a mi (ya de por sí) contrariado horario.

Después pienso en la dificultad que, dicen por ahí, experimentamos en general lxs latinxs para documentar nuestra experiencia. Una amiga antropóloga me ha dicho que se trata de nuestra herencia cultural: al venir de culturas de tradición oral, nos cuesta escribir acerca de nuestro trabajo, a diferencia de las culturas anglosajonas, que tiene la costumbre de documentarlo todo. No sé si mi amiga tenga razón o si sus afirmaciones sean generalizaciones que invisibilizan la existencia de múltiples posibilidades, pero lo que veo es que como latinxs practicantes de la Narrativa, producimos pocos artículos; veo a mis estudiantes y colegas tener muchas ideas y hacer cosas fantásticas que difícilmente llegan al papel; me veo a mí misma con 3 artículos en la mente que nunca me doy el tiempo de terminar; ¿Será que no nos sentimos suficientemente aptxs para hacerlo? ¿Será que tememos la crítica de nuestrxs colegas? ¿Será que no pensamos que lo que tenemos que decir sea suficientemente valioso?

Con todo esto en la cabeza llegué al grupo ese viernes, para encontrarme con que mis dudas y reflexiones eran compartidas. Pero también corroboré que colectivizar los problemas y las reflexiones los transforma y genera posibilidades. Para todas en el grupo, escribir había sido complicado, pero también para todas escribir había sido una experiencia estimulante.

Para varias de nosotras la clave para poder escribir la carta fue la intención: ¿Qué busco al escribir esta carta? Responder a esa pregunta previo a la escritura resultó fundamental, ya que a partir de contestarla la creatividad fluyó con mucha más facilidad. Entonces fuimos viendo que nuestras cartas habían tenido intenciones diferentes, algunas escribimos para poder aterrizar lo fundamental de una sesión repleta de ideas diversas y desligadas, otras para acompañar a las personas en el tiempo que transcurría mientras llegaba la siguiente sesión, otras más para tener más claro lo que se trabajó en la sesión y hacer con la carta una especie de mapa mental, que sirviera como retomar la conversación en el siguiente encuentro y finalmente otras más, para resumir lo que querían que su consultante se llevara de la sesión, como una especie de tarea de reflexión.

Nos dijimos que si bien había que buscar que el ejercicio fuera rápido, para que no implicara demasiado tiempo y se convirtiera en una tarea engorrosa, había que tener cuidado al momento de escribirlas. Consideramos que sus beneficios se potencian si antes de escribirla nos detenemos a preguntarnos ¿qué espero que pase con esta carta? ¿qué intención me gustaría que me guiara al escribirla? ¿cómo la escribo para que no se convierta en una prescripción, en una definición unilateral de nuestras sesiones y sí en un disparador de reflexiones, en una guía para seguir conversando, en un instrumento que pueda beneficiar mis conversaciones?

Cuando leímos nuestras cartas y nos escuchamos, visualizamos algunos aspectos que, nos pareció, las hacían muy poderosas. Una de ellos fue empezar la carta con un pequeño encuadre que le permitiera a nuestrxs lectorxs/consultantes entender su contenido como ideas tentativas, como reflexiones en proceso o como entendimientos que podrían ser cambiados, editados o corregidos por ellxs. Otro aspecto fue la importancia de rescatar frases textuales de lo dicho en la sesión, para que la carta fuera más resultado de una autoría compartida, que obra de la/el terapeuta, y que a la vez sirviera para recuperar y dejar registradas algunas de las ideas centrales de lo que se fue trabajando y que podrían convertirse en futuros desarrollos. Rescatamos también la importancia de plasmar las ideas en forma tentativa, dubitativa, traer más preguntas que afirmaciones, cuidando en ese sentido usar más un modo narrativo, que uno lógico-científico (White & Epston, 1993).

Al final del ejercicio, las conclusiones fueron estimulantes [2]:

“Fue súper mágico, la siguiente sesión después de la carta, se abrieron muchas cosas que no se habían hablado, se resaltaron valores que se habían menospreciado o dejado de lado”

Sentí que la carta me flexibilizó un montón, no sabía que podía generar tantas ideas”

La carta me preparó para la siguiente sesión, tenía muchas ideas y me sentía emocionada”

“El acto de escribir me soltó, me hizo pensar en el arte, en lo artesanal, me alejó de la técnica o los resultados concretos”

“Definitivamente destapó mi creatividad”

“Después de la carta el proceso que sentía atorado, empezó a fluir, ambas, mí consultante y yo estábamos llenas de ideas”

“Escribir me pareció que hizo nuestras conversaciones más íntimas, acortó la distancia con mi consultante” 

Aún hoy cuando escribo esto, me gusta recordar las caras de todas nosotras emocionadas hablando y compartiendo nuestras cartas.

Ahora solo me falta proponerles a mis alumnxs en la formación de Terapia Familiar o en el Diplomado que, para preparar sus sesiones, en vez de ponerse a ver los videos de la sesión o recurrir al expediente clínico, elaboren una carta al final de cada sesión y que empecemos las reflexiones de la presesión siguiente, leyendo cartas y dejando que ellas sean los mejores testigos de nuestro trabajo.

¿No sienten ganas de ponerse a escribir ahora mismo acerca de su última sesión?

Ojalá que sí.

Referencias

Epston, D. (2018). Introduction by David Epston about this Special Release. Journal of Narrative Family Therapy, special release, 2018.

Ingamells, K. (2018). How my romance with narrative letters began. Journal of Narrative Family Therapy, special release, 2018.

White, M. y Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. España: Paidos.


[1] Cada vez al mes exalumnas del Diplomado en Terapia Narrativa de la UNAM nos reunimos a leer artículos sobre Narrativa, trabajar casos, compartir dilemas y reflexiones acerca de nuestro trabajo clínico

[2] Gracias por sus reflexiones Ana, Rosy, Caroline, Paola, Lulú, Ana María y Roberta.

2 Responses

  1. Saraí Farías

    Excelente articulo, Miriam. Me voy muy emocionada en trabajar en cartas terapéuticas, me apetece hacer cartas a los consultantes que estoy por dar de alta, para que nuestras ideas perduren en esas letras. Gracias por tanta inspiración!

  2. HECTOR RUIZ MANDUJANO

    Hola Miriam, me gusto mucho el blog y efectivamente creo que la reflexión en equipo ayuda mucho y lo digo porque asi lo vivo todos los lunes en “Casa Tonalá”. Y creo que M. White lo menciona por ahí. También creo que hace falta tiempo, disciplina, etc., etc. para poder llevarlo a cabo de manera cotidiana. En lo particular, lo hago cada que me siento atorado en el proceso terapéutico con mis consultantes. Y de inicio intento hacer una especie de “editorial” de la sesión y escribir preguntas que me quedaron en la cabeza y preguntas que pienso que nos podrían llevar a lugares diferentes y cuando pienso/siento que estamos dando vueltas acerca de un tema en particular. Particularmente me llego la idea de escribir cartas cuando asistí a la conferencia de Madigan, quien también lo menciona.
    Gracias por este espacio y blog.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *