¿Y SI LOS HOMBRES QUIEREN DEJAR DE ACTUAR COMO MACHOS?

| Por María Eugenia Nadurille |

Maru Nadurille nos invita a reflexionar acerca del papel de los hombres que buscan cuestionar los parámetros de machismo que nos impone la cultura patriarcal y nos proporciona guías concretas que les pueden ayudar a mantenerse en la construcción de una nueva masculinidad que contribuya con el desarrollo de una sociedad libre de violencia.

Hace poco me invitó una amiga de mi hija al ITAM para que asistiera a una conferencia sobre feminismo. Como buena plática, al final se dio un espacio para preguntas y respuestas y me llamó especialmente la atención un joven que al momento de hacer su pregunta (no recuerdo cuál fue) dijo que a él le interesaban estos temas porque él quería aprender “como no ser machista”.

Escribo esto pensando especialmente en él y también en todos esos hombres, que son casi la mayoría de los que conozco, que son hombres inteligentes, sensibles y respetuosos. Que no buscan la injusticia pero que al igual que nosotras, han sido educados en un sistema patriarcal, que hace invisibles la mayor parte del tiempo, las actitudes que son machistas y que aún sin quererlo, reproducen este sistema de supuestos privilegios para los hombres.

Entendamos por Patriarcado al sistema de organización social y cultural en el que los hombres dominan en los ámbitos económicos, políticos, teniendo una mayor jerarquía en los espacios públicos y ejerciendo su autoridad en el ámbito privado sobre toda la familia; y al Machismo como las actitudes de control, dominación y prepotencia de los hombres, que amparados por la cultura, buscan ser obedecidos, servidos y atendidos por las mujeres. Estas actitudes de control, dominación y prepotencia, son en sí mismos actos de violencia.

Pero el patriarcado no solo implica la jerarquía del hombre sobre la mujer, pues si nos fijamos, estamos organizados por ideas de “superior-subordinado”. El “superior” tiene privilegios y el subordinado obedece y así funciona en cadena. Como si el superior fuera dueño del subordinando y eso le diera derecho a tratarlo de cualquier manera. El mundo es un lugar de ganadores y perdedores, se desea el poder y se justifica cualquier medio para llegar a él. Es aceptable y admirable ser “agresivo” y explotar “debilidades” de otros. Y si esto es aceptable entre hombres, sucede mil veces más con las mujeres.

También vemos que la actividad intelectual es la que vale y a los hombres se les margina del mundo emocional. Desde pequeño al hombre se le enseña a no poner atención a sus procesos emocionales, pues se dice que obstaculizan una forma clara de pensar. Las emociones hacen sentir al hombre vulnerable y casi sin control, por lo que al crecer se vuelven lo que yo llamo “analfabetas emocionales”; no conocen sus emociones y mucho menos saben expresarlas.

Como resultado, existe poca compasión de lo que le pasa o siente el otro. Como ejemplo pensemos en la anécdota que cuenta Alfonso Díaz (2012) de un hombre que vio en un parque a varios niños colgar al más chico de un pasamanos. Al pequeño le dio miedo y grito para que lo ayudaran a bajar, Un niño se conmovió y obviamente fue “reprimido por los demás”, quienes no se lo permitieron.

En nuestra sociedad se asume que las mujeres son menos inteligentes: esta idea se ha utilizado para impedir o limitar el acceso de la mujer a los estudios, así como a puestos directivos o de responsabilidad. Se cree que las mujeres sólo están para ser bonitas y para que las disfrute el sexo masculino. Como un ejemplo, pensemos en la publicidad que trata de vender productos con imágenes de “mujeres bonitas” como si al comprar la bebida, la camisa, el pantalón, se estuviera comprando también a la mujer.

Se les ha enseñado a los hombres que las calles y áreas de trabajo son su espacio y que lo deben dominar. Una forma de hacerlo es con el acoso sexual disfrazado de “atracción” hacia las mujeres, cuando lo que en realidad buscan es demostrar su poder. Hay una exigencia cultural de comprobarse a sí mismos, de confirmar que son superiores, que son “conquistadores”.

Al mismo tiempo, hay ideas que sostienen un cambio hacia la equidad y a una vida libre de violencia. Los hombres no son los inventores de las “técnicas de poder” o del patriarcado y mucho menos del machismo. Lo han aprendido y lo pueden cambiar. A pesar de que el género masculino, en su conjunto, ha sido cómplice de los distintos modos de ejercer abuso y poder, en lo individual cada persona es responsable de sus propios actos de violencia y de sus efectos. Por lo tanto cada uno puede decidir si cambia o no.
Cualquier hombre con ganas de reflexionar va a encontrar en el “deber ser” del machismo ideas con las que no está de acuerdo, cabos sueltos, momentos de dudas y ansiedades que muchas veces no tiene ni el lenguaje para nombrar.

 

Un hombre comprometido contra el machismo es un hombre que:

  • Define su masculinidad y su valía por los valores que él escoge de manera muy honesta y no por los mandatos sociales de “virilidad”. No tiene miedo a ser diferente.
  • No acepta ningún tipo de desigualdad en razón del sexo.
  • Está dispuesto a renunciar a los “privilegios de ser hombre” que mantienen a la mujer bajo las ideas de subordinación: sueldos más altos, puestos mejores, derecho a decidir lo que se hace en pareja o asumir que él es el dueño del control remoto y un amplio etcétera.
  • Emprende un camino de auto-conocimiento emocional, busca ponerle nombre a lo que siente y se atreve a compartirlo.
  • Comprende que no basta con las palabras y que es necesario que los hombres apoyen activamente las justas reivindicaciones de las mujeres.
  • Ya no acepta continuar con un papel “de visita” en las labores del hogar y en el cuidado de los hijos. Busca involucrarse de manera igualmente responsable y directa.
  • Está dispuesto a preguntar a las mujeres y está listo para escuchar sus demandas, sus historias y sus puntos de vista, por difícil que sea.
  • No busca decir “eso no es violencia”, “están exagerando” “ahora resulta que todo es violencia”. Trata de comprender por qué las mujeres lo pueden entender así y busca desarrollar modos de ser, que no impliquen abuso.
  • Busca establecer con su propio género relaciones cercanas y solidarias. Está aprendiendo a no ver a los otros hombres solo como competidores.
  • No da por hecho que él NO es macho. Por el contrario, está pendiente de cuándo está actuando de acuerdo a los patrones culturales con los que creció y ahora busca cambiar.
  • Esta pendiente de detectar lo que Luis Bonino (2004) llama micromachismos y que a grandes rasgos se pueden entender como “comportamientos sutiles o insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente”,  que muchas veces “no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada” y que se aterrizan en conductas como “el aprovechamiento y abuso de las capacidades “femeninas” de servicio, la naturalización y aprovechamiento del rol de cuidadora, la delegación del trabajo del cuidado de vínculos y personas como ser la responsable de estar pendiente de cumpleaños, las visitas a los padres, mantener buenas relaciones con la familia, o también en hacerse el tonto o el bueno, con olvidos selectivos, minusvaloración de los propios errores, la comunicación defensiva-ofensiva, los engaños, mentiras, y la actitud pseudonegociadora, fomentando y permitiendo que la mujer tome los roles estereotipados de asumir las responsabilidades de comunicación, de manejo emocional o le sea más fácil “dejar las cosas como están para que él no se moleste”.
  • Sabe que se requiere de mucho valor para desafiar su historia personal. Está consciente de que la única forma de romper estos patrones y cambiar, es asumir la responsabilidad, tratar de reparar el daño y trabajar por el cambio.
  • Sabe que una parte importante de su vida, es reconocerse vulnerable y expresar lo que siente.
  • Es consciente de que una de las trampas del privilegio es creer que tener privilegios conviene. La injusticia no le conviene a nadie.
  • Asume al 100% la responsabilidad de parar todo tipo de violencia e intimidaciones que ejerce contra las mujeres. Las que se cometen en privado y las que se ejercen en los espacios públicos, desde las visibles y explícitas hasta las más sutiles y encubiertas.

 

En la medida en que más personas, pero sobre todo, más hombres compartan estas miradas, la sociedad irá caminando hacia una vida sin violencia.

 

REFERENCIAS

Badinter, E. (1993). XY: la identidad masculina. Madrid: Alianza editorial.

Méndez, L.B. (2004). Micromachismos. Recuperado el 22 de abril de 2014, http://www.luisbonino.com/pdf/Los%20Micromachismos%202004.pdf.

CIME (2011). La Agenda De Los Hombres Por La Igualdad. Recuperado en abril de 2014, http://www.stopmachismo.net/cime2011.pdf.

Díaz, A. (2012). Renunciando a ser hombres. Recuperado el 22 de abril de 2014, http://vimeo.com/53306989.

White, M. (2011). The Responsabilities: Working with men who have perpetrated violence. En M. White. Narrative Practice: Continuing the Conversations. Nueva York: Norton, pp. 98-117.

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