UNA EXPERIENCIA DE TERAPIA EN EQUIPO EN PLENA CALLE

Respondiendo ante una situación de violencia inesperada (Parte I)

| Por Leticia Uribe, Ángeles Díaz Rubín (Cuqui Toledo) y Mariana García* |

Esta es la experiencia que vivieron Leticia Uribe, Cuqui Toledo y Mariana García al toparse con una situación de violencia entre una pareja en plena calle y cómo la enfrentaron. En esta primera parte, nos hablan de cómo se decidieron a actuar y qué fue lo que guió sus acciones al acercarse a la chica que estaba siendo agredida. 

Cualquiera puede toparse alguna vez en plena calle con una situación de violencia, particularmente de violencia entre una pareja. Ante algo así, lo más común es mirar y alejarse para no meterse en problemas. Sin embargo, cuando en nuestro trabajo y en nuestra vida hemos adquirido un compromiso contra la discriminación y la violencia de género, alejarse no es la primera opción que nos viene a la mente, nos preocupa encontrar la manera en la cual podemos contribuir para detener esta situación y proteger a la persona que está recibiendo la violencia.

Esta preocupación nos lleva a distintas respuestas posibles, dependiendo de las circunstancias en las que se desarrolla el evento, podemos optar por diferentes tipos de intervención. Sabemos que en todas nuestras reacciones debe reinar un principio esencial: no ponernos en riesgo. Una vez cubierto este principio,  podemos buscar diferentes maneras de actuar. En este artículo queremos compartir la experiencia de Mariana García, Cuqui Toledo y Leticia Uribe.

 

En junio del 2015 Rob Hall[1] visitó la Ciudad de México para impartir un taller sobre su trabajo con hombres que ejercen violencia. Las tres tomamos el taller y al terminar fuimos a tomar un café. Cuando salimos había  una pareja discutiendo del otro lado de la calle. Vimos que la chica trataba de alejarse y el hombre le reclamaba y la insultaba. Mariana exclamó: “¡Le va a pegar!”.

Nos detuvimos y la pareja cruzó la calle hacia la banqueta en la que estábamos, la mujer iba unos pasos adelante del hombre. Leticia preguntó: “¿Qué podemos hacer en estos casos?”; Mariana dijo: “Podemos grabar el evento o podemos acercarnos a la chica y preguntarle si necesita algo”.

Mariana comenzó a grabar y Leticia le preguntó a la chica si estaba bien o si necesitaba ayuda; ella contestó que sí, que el hombre que la acompañaba estaba tomado y ella se quería ir. En ese instante, Leticia la tomó del brazo y le dijo: “Ven, te acompaño”. Sin ponerse de acuerdo, Cuqui y Mariana se quedaron hablando con el hombre, mientras Leticia y la chica caminaron hasta la esquina.

Estuvimos en el lugar aproximadamente una media hora, hasta que la mujer se fue en un taxi y el hombre se quedó tranquilo. Tiempo después, decidimos escribir esto para documentar y compartir lo que cada una considera que le ayudó a participar en esta experiencia inesperada.[2]

 

La decisión de actuar

 

Para las tres fue un suceso inesperado e impactante. Leticia menciona que su primera intención era separar a la pareja para detener la violencia y proteger a la mujer. “Creo que desde que trabajo en esto, no puedo ser testigo de una situación de violencia sin tratar de aportar algo para denunciarla por lo menos, y si es posible y seguro, ayudar a quien recibe la violencia a protegerse. En este caso, el hecho de estar acompañada por otras dos personas que también saben cómo actuar en estas situaciones me ayudo a tomar la decisión de hablar con la chica”.

Cuqui dice que su primera reacción fue hacerse la desentendida, pero cuando vio que Lety se acercó, rápidamente asumió su miedo y la siguió, más por el temor a que pudieran lastimar a Lety, que por ayudar a la pareja:

“La vida nos puso en esa situación en la que pudimos ser terapeutas, no en consultorio sino a media calle”.

Mariana comparte: “No era la primera vez que yo presenciaba un acto de violencia de género de ese tipo; de hecho, me es cotidiano vivirlo, pero era la primera vez que lo veía en un espacio público y que estaba yo acompañada por otras dos maravillosas personas y eso de alguna manera hizo que actuáramos”.

 

Pensando en lo que a cada una le sirvió para poder participar, Mariana comparte que haber vivido este tipo de experiencias en contextos cercanos le ayudó en ese momento: “De alguna manera, es como haberme visto y haber visto a otras en esa situación y quizá no pensarlo de manera muy clara, pero sí sabiendo que era la oportunidad para poder hacer algo al respecto”. La idea de actuar se vio nutrida por la experiencia con las redes feministas de las que Mariana forma parte, en las que le han enseñado que no debe quedarse callada ante circunstancias como esta; para ella, sus compañeras feministas estuvieron presentes todo el tiempo en el evento.

Para Leticia, lo que más le ayudó a guiar sus decisiones fue el trabajo que ha estado haciendo en los talleres y manuales de prevención de violencia de género y en su consulta: “Por supuesto, todo este trabajo está basado en la práctica narrativa y en la perspectiva de género. Estos conocimientos me guiaron para hacer lo que hice y para acompañar a la chica a tomar decisiones que la hicieran protegerse y no engancharse con la violencia de él o con el lugar de víctima”. Dice que procuró siempre escuchar las opciones que la chica veía y conectar con lo que ella pensaba que le podía ser útil para protegerse.

Cuqui cuenta que en general tiene “vocación de ayudadora” y siempre se anda apuntando para ayudar en situaciones de emergencia. “Pero esta vez lo que me sorprendió fue que sin ningún acuerdo previo funcionamos como un equipo bien aceitado y vimos el resultado de todo el bagaje que tenemos al estudiar y vivir La Narrativa”. Para ella fue importante tener frescas las instrucciones de cómo tratar una situación de violencia “sobre todo esa ‘com-pasión’ con la que se debe tratar al hombre que ejerce la violencia de la que nos había hablado Rob, y pedir a Dios con el pensamiento que pudiera yo ser instrumento de tranquilidad: eso me ayudó a saber cómo actuar y qué decir”.

 

Las tres coincidimos en que el factor más importante para decidirse a actuar fue el saber que no estábamos solas: éramos tres personas que confiábamos plenamente en los saberes de todas. Además, a pesar de estar en plena calle, estábamos a media cuadra de un lugar conocido y seguro. También fuimos sintiendo cómo se desenvolvía la conversación y confiando en que no había peligro.

 

La atención a la mujer

 

Leticia nos cuenta acerca de la conversación que tuvo con la mujer:

 

La chica estaba muy alterada y no tenía dinero para irse. Explicó que su pareja normalmente no era así, pero que recientemente había muerto su hermana de forma violenta y eso lo tenía muy mal. Ella había venido a buscarlo a una comida en la él que estaba desde temprano; lo encontró muy tomado y ahora le estaba reclamando e insultando. Expresó que no entendía por qué últimamente él estaba celoso y violento.

 

En los cursos y manuales de prevención de violencia que Leticia ha dado en los últimos años[3], además de la perspectiva de género y la visión de las prácticas narrativas respecto a la violencia, se ha incluido siempre el tema del trabajo narrativo ante situaciones de crisis[4], junto con los primeros auxilios psicológicos[5], precisamente porque, en muchas ocasiones, la violencia de género se nos presenta así: a manera de crisis. Por eso es importante tener herramientas específicas que nos permitan actuar y apoyar adecuadamente a las personas en estas circunstancias, sin ponernos en riesgo.

 

Leticia comenta que estas ideas fueron las que llevaron su acercamiento a la conversación: “Fue más bien algo directivo, porque en la situación de angustia y shock, ella no podía decidir con mucha serenidad. Pero procuré siempre escuchar las opciones que ella veía y conectar con lo que ella pensaba que le podía ser útil para protegerse. Fue importante para mi hacerle preguntas que retomaran lo que ella sabía que podía ayudarle, desde una postura descentrada pero influyente[6], en vez de sugerirle cosas desde mi punto de vista solamente”.

 

Para Leticia, la idea de Manja Visschedijk[7] de apresurarse lentamente ante las crisis fue muy importante para mantener la calma. Manja plantea que en circunstancias de crisis, la urgencia de la situación puede hacernos actuar de manera precipitada sin medir apropiadamente los riesgos. Considera que es importante “apresurarse lentamente”, es decir, localizar los aspectos de seguridad y atender la necesidad de cuidado a las personas que puedan estar en riesgo, sin dejar de tomar en cuenta la urgencia de encontrar soluciones.

 

Leticia le hizo ver que no podía hacer nada para evitar las conductas violentas de él: “Le comenté que lo único que a ella le tocaba hacer era protegerse a sí misma y a sus hijxs, que pensara en eso todo el tiempo e hiciera lo que fuera necesario para estar a salvo, que escuchara su propio instinto y si cualquier cosa le hacia dudar de estar a salvo con él, escuchara esa voz y se protegiera”.

Le preguntó con quién vivía, quién estaba con sus hijxs, a dónde podía ir para sentirse mas segura. Entonces la asesoró para que llamara a su mamá y le pidiera que sacara a lxs niñxs de la casa de la pareja y se vieran en casa de la madre, para evitar que él fuera a buscarla borracho y molesto. Leticia también se encargó de acercarse a Mariana para que le pidiera al hombre una tarjeta bancaria con la que la mujer pudiera sacar dinero y tomar un taxiAl final, la chica le pidió su tarjeta para acudir a terapia, aunque por el momento aún no se ha comunicado.

 

Lo que hizo Leticia concuerda con los 5 pasos que plantean los primeros auxilios psicológicos[8] para enfrentar una crisis.

  1. Primer contacto: las tres se acercan y le preguntan a la mujer si necesita algo.
  2. Análisis de las dimensiones del problema.- Cuando Leticia platica con ella, le pregunta qué está pasando y la mujer le cuenta de su relación, de la muerte de su cuñada y de la borrachera.
  3. Sondeo de posibles soluciones.- Leticia le pregunta dónde están sus hijos, en dónde se puede quedar esa noche, con quién puede sentirse protegida, si tiene dinero, etc.
  4. Inicio de pasos concretos.- acompañarla mientras llama a su mamá y se pone de acuerdo con ella, pedirle la tarjeta a la pareja, pedir un taxi.
  5. Verificación el progreso.- Darle su tarjeta.

 

 

Leticia comenta que en el tiempo que lleva trabajando estos temas, y a partir de su compromiso con las prácticas narrativas, ha aprendido que ante una crisis, es muy importante establecer un vínculo de confianza para que la persona pueda sentir genuinamente el acompañamiento. Este vínculo se logra a partir de una escucha que nazca del respeto y el aprecio por la otra persona, lo que transmite un sentido de responsabilidad y valoración de las capacidades de la persona que generan confianza.

También ha aprendido que en la construcción de esta confianza es indispensable escuchar con curiosidad genuina para encontrar soluciones que realmente sean aplicables para la persona. Esto significa tratar de entender qué es lo que esa persona siente y necesita, tener curiosidad de saber cuál es su mirada y su vivencia particular, sin asumir que entendemos plenamente o que sabemos mejor que ella lo que necesita o lo que le sirve. Implica escuchar con la conciencia de que la otra persona es la experta de su vida. Nadie puede ser expertx en la vida de alguien más.

 

En un artículo posterior, compartiremos cómo fue que Cuqui y Mariana abordaron la conversación con el hombre que estaba siendo violento y hablaremos más sobre aquello a lo que las tres estaban dando honor al abordar la situación de esta manera, así como lo que recuperaron como aprendizaje para el futuro.  

 

REFERENCIAS

Slaikeu, K. A. (1999). Intervención en crisis: Manual para práctica e investigación (Maricela Chávez, trad.). México: Manual Moderno.

Visschedijk, M. (2006). Making haste slowly. International Journal of Narrative Therapy and Community Work, 2, pp. 13-17.

White, M. (2007). Maps of Narrative Practice. Nueva York: Norton.

 


*Con la colaboración de Mireia Viladevall y Beatriz Vela.

Cuqui Toledo y Leticia Uribe son terapeutas familiares y narrativas; forman parte del Grupo Terapia Narrativa Coyoacán. Mariana García es estudiante de la carrera de Psicología en la Universidad de Guadalajara y desde hace tres años forma parte de varios grupos en los que realiza una praxis feminista en derechos sexuales y reproductivos y da atención a mujeres que han vivido violencia de género (la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos, el grupo Yocoyani Mujeres y la brigada Ignacio Martín Baró).

[1] Rob Hall es miembro del equipo de enseñanza de Narrative Practices Adelaide y ha trabajado en el tema de abuso y violencia de género desde 1980. Vino a México a impartir el taller Respondiendo al abuso dentro de las familias y construyendo una resistencia ética, por invitación del Colectivo de Prácticas Narrativas.

[2] Para recopilar las voces de las tres y poder incluirlas en este texto, le pedimos a Mireia Viladevall y a Beatiz Vela que elaboraran un cuestionario. Los comentarios citados en comillas vienen de las respuestas al mismo. Las preguntas fueron:

  • ¿Me pudieras hablar de la experiencia que tuvieron las tres?
  • ¿Qué habilidades, ideas y conocimientos crees que te permitieron participar en esta experiencia?
  • ¿Crees que con tu intervención en ese evento estabas honrando a alguien o a algo?
  • ¿Con qué te quedas de esa experiencia? ¿Hay alguna frase, imagen o canción que describa con lo que te quedas?
  • ¿Crees que haya algo de lo que hiciste esa noche que puedas aplicar en el futuro?

[3] Leticia ha trabajado desde hace mas de tres años en el desarrollo e impartición de cursos, talleres  y manuales de prevención de violencia de género desde la perspectiva narrativa, junto con María Eugenia Nadurille.

[4] Visschedijk, 2006.

[5] Slaikeu, 1999.

[6] White, 2007.

[7] Op. Cit.

[8] Op. Cit.

 

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