LOS NIÑOS RESPONDEN ANTE EL TERREMOTO

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 | Por Ana Solís y Diana Rico |

En este texto, Ana Solis y Diana Rico nos comparten algo de las conversaciones para recuperar-nos del sismo que tuvieron con niños y niñas de la Casa Hogar Alegría. Para estas conversaciones, Ana y Diana se apoyaron en el cuento “Cuando la tierra se movió”, escrito por Josefina Martínez, Elena Sepúlveda y Rossana Culaciati e ilustrado por Carolina Durán ante los sismos de Chile en 2010. Este artículo refleja las principales respuestas y recursos que encontraron en el grupo y las formas en que se fueron tejiendo historias para recuperarse de los efectos del sismo del pasado 19 de septiembre.

“¿Es posible jugar y conservar el sentido del humor mientras se abordan con eficacia situaciones angustiosas, alarmantes o peligrosas?” (Freeman, Epston & Lobovits, 2001)

Esta es una pregunta que tiene relevancia en estos momentos en México, luego de los sismos del 7 y 19 de septiembre del presente año.

Después del terremoto, lxs niñxs se quedaron con mucha preocupación, nerviosismo y miedo de que vuelva a ocurrir otro terremoto. Su vida cotidiana se trastocó y algunxs tardaron semanas en poder regresar a clases.

Tuvimos la oportunidad de reunirnos con un grupo de niñxs en Casa Hogar Margarita, organización que nació en 1998 y que beneficia a niñas de entre 4 y 18 años de edad, provenientes de familias desintegradas de escasos recursos, así como a algunos niños en edades tempranas. La Casa Hogar les brinda la atención y educación adecuadas para permitirles romper con el círculo de pobreza y violencia en el que viven.

El grupo con el que trabajamos estuvo formado por 8 niñxs de entre 3 y 8 años de edad. Nos acompañó también una jovencita de 14 años, quien estaba muy afectada por lo sucedido pues vio desplomarse un edificio frente a ella. Su participación fue de gran ayuda en el trabajos con el resto del grupo.

Con la intención de poder conversar con lxs chicxs sobre el terremoto, utilizamos el cuento “Cuando la tierra se movió”, escrito por Josefina Martínez, Elena Sepúlveda y Rossana Culaciati e ilustrado por Carolina Durán, a raíz del terremoto ocurrido el 27 de febrero del 2010 en Chile. El cuento está planteado en una forma que empata en gran medida con las ideas propuestas por las prácticas narrativas, que “contribuyen a enriquecer las descripciones de los saberes y habilidades generados en las historias de vida de las personas, mostrando su importancia y enfatizando la pertinencia que tienen en sus esfuerzos por responder a los problemas” (White, 2015, p. 49).

A través del cuento, lxs niñxs pueden expresar sus emociones, temores y angustias. Mediante la escucha, la lectura y la conversación sobre la narración, pueden ir haciendo conexiones y reflexiones sobre lo que sucede al interior del relato, relacionándolas con su situación particular, para dar así su propia organización a la experiencia. Esto ayudó a lxs niñxs a expresar sus vivencias y a visibilizar las herramientas con las que cuentan para darle significado a estas situaciones de peligro, conflicto y temor.

Antes de empezar pedimos permiso, tanto a la dirección de Casa Hogar como a lxs niñxs para grabar la sesión, con el fin de poder compartirla con otrxs niñxs que estuvieran pasando por la misma situación.

Posteriormente, conversamos sobre las reglas del juego: Levantar la mano cuando quisieran hablar, no interrumpir cuando alguien estuviera hablando, no burlarse ni criticar a nadie, respetar lo que digan lxs demás, etc. Iniciamos la sesión preguntando si querían que les contáramos un cuento, a lo que todxs contestaron al unísono que sí.

“Cuando niños y adultos se unen, el juego ofrece un lenguaje común para expresar los pensamientos, las emociones y las experiencias” (Freeman, Epston & Lobovits, 2001, p.24).

Lxs niñxs poseían un conocimiento sobre el terremoto bastante amplio, fruto de lo que habían escuchado tanto de sus familiares como de otrxs compañeros, o lo que habían visto o escuchado en la televisión. Algunas explicaciones que dieron fueron: que “la tierra se acomodó”, que “siempre está temblando pero ligerito” que “dos piedras chocaron y por eso sucedió el terremoto”, que “la alarma sísmica sonó hasta después de que empezara a temblar”, que supieron de “gente que se quedó atrapada”, que “algunos se fueron al cielo”, etc.

Casi todxs, estaban ávidos por contarnos cada detalle de cómo vivieron el terremoto del 19 de septiembre. Nos contaron que las maestras empezaron a llorar y por eso varias de las niñas lloraron, que veían cómo los edificios alrededor de la escuela se movían muy fuerte y casi se caían, que los llevaron al centro del patio para ponerlos a salvo. En ese momento aclaramos que los terremotos son un fenómeno de la naturaleza y por lo tanto, no son culpa de nadie. Además, nadie puede predecir cuándo volverá a ocurrir otro terremoto.

Entre los beneficios que encontramos al trabajar en grupo destaca la posibilidad que hubo de normalizar los sentimientos y comportamientos y crear un fuerte sentido de solidaridad: los niños se dieron cuenta que no son los únicos que tienen ganas de llorar, o tienen miedo o preocupación, sino que le pasa a la mayoría.

Traer sus preocupaciones al grupo permitió compartir su experiencia y escuchar la de los otros compañeros o amigos, legitimar sus emociones y explorar cómo están procesando la vivencia en conjunto con otros que son importantes en su vida. Se atrevieron a relatar su propia visión de lo que ocurrió y a buscar maneras para sentirse mejor. Incluso Fany* que tiene poco tiempo conviviendo con los demás y al principio no quería participar, conforme fue avanzando la conversación fue confiando y fue participando poco a poco, era la primera que levantaba la mano para compartir lo que estaba sintiendo, señaló en un dibujo el grado de su preocupación, que era mucha. También Mary se pudo desafanar de la pena que sentía por haber llorado, a partir de escuchar a otras compañeras que lo compartieron de forma muy natural.

Después les pedimos que hicieran un dibujo o escribieran cómo habían vivido la experiencia. Algunos de los dibujos mostraban por ejemplo los efectos que estaba teniendo esta experiencia sobre su vida, como el de María Fernanda que luego de hacer un dibujo en el que se veía ella al centro y alrededor puertas y ventanas. abajo escribió “Yo me sentí mal” y más adelante empezó a rayar la hoja con mucha energía. O Mary que en un primer momento cuando una de sus compañeras dijo que ella era la primera que había llorado, estaba molesta y tratando de defenderse, sin embargo, al mostrarnos su dibujo, pudo decir con tranquilidad “yo lloré” como liberada de una carga, al mismo tiempo pudo reconocer sus recursos, “Lloré y luego me tranquilicé”. Otrxs como Tan, que pudo mostrar lo que más valora: dibujó un árbol de cada lado de la hoja; en medio su mamá, de un lado él y del otro su mejor amigo, todxs agarrados de las manos.

Siguiendo con el orden del cuento, les mostramos un dibujo de caritas de diferentes tamaños, en donde ellxs señalaban el grado de preocupación que estaban experimentando. La mayoría dijo tener mucha preocupación. También se habló de las cosas que pudieran estar sintiendo o viviendo, al igual que muchxs niñxs. Ellxs levantaban la mano si les estaban ocurriendo cosas como no poder dormir, hacerse pipí en la cama, tener dolor de cabeza o estómago, tener ganas de llorar, andar desganadxs o cansadxs, tener enojo, querer estar todo el tiempo con sus papás o querer dormir con ellos. Casi todxs levantaron la mano a todo lo que dijimos.

Todo esto constituyó un andamio para hablar de sus habilidades y conocimientos de lo que habían estado haciendo o podían hacer para sentirse mejor y para hablar con las personas en las que podían confiar.

Cuando hablamos de las cosas que podían hacer para sentirse más tranquilxs, Valeria, la chica de 14 años, comentó que una de las cosas que ella hacía era respirar; todxs estuvimos de acuerdo en que nos enseñara su método, lxs niñxs estuvieron felices de hacer el ejercicio de inhalación y exhalación y varixs dijeron que se sentían mejor.

La otra idea que les dio Valeria fue agradecer. Hicimos un espacio para hablar de porqué estar agradecidxs: “Por estar bien”, “porque no nos pasó lo que a otra gente que se cayó su edificio”, “porque no le pasó nada a mi mamá ni a mí”, “por tener un techo”, “por tener comida”, Ale de 3 años agradeció el “tener a mi mamá y a mi papá”.

Posteriormente editamos un video en donde se muestra esta experiencia, con el fin de compartirlo con otrxs niñxs. Una persona que viajó a Oaxaca a visitar a su familia, que aunque no había sufrido daños materiales ni físicos, estaban como todas las personas, sensibles a esta situación, nos pidió el video para compartirlo con lxs niñxs de su familia en Oaxaca. Por cuestiones técnicas, hasta la fecha de publicación de este texto, no han podido verlo, sin embargo, prometieron enviarnos sus reflexiones así como un mensaje a lxs niñxs de la Casa Hogar.

Estos son algunos de los dibujos que los niños nos regalaron:

       

REFERENCIAS

Freeman, J., Epston, D., & Lobovits, D. (2001). Terapia narrativa para niños. Aproximación a los conflictos familiares a través del juego. Barcelona: Paidós.

Martínez B., J., Sepúlveda O., E., Culaciati S., R. & Durán M., C. (2010). Cuando la tierra se movió. Chile.

White, M. (2015).  Práctica narrativa: la conversación continua. Chile: Pranas Ediciones.

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