¿“ADULTOS DE LA TERCERA EDAD”? ¿QUÉ ES ESO? (Parte 1: 2018-2019)

| Por Ángeles Díaz Rubín (Cuqui Toledo) |

Esta vez, Cuqui Toledo nos cuenta, desde un punto de vista personal que no deja de estar inmerso en su práctica profesional, cómo es vivir y convivir con la “Tercera Edad” cuando se mira desde las prácticas narrativas.

Prometí que el artículo que escribiría para el blog de nuestro grupo TNC, sería sobre mi experiencia del nuevo cambio de vida que empezó el 1º de agosto de 2018, cuando decidí mudarme a una “Residencia de Adultos Mayores” (lo que antes se llamaba asilo, pero que ahora es una mala palabra, negativa y en desuso). Recuerden que soy “La Abuela de la Narrativa en México” según lo atestigua mi diploma preferido, así que me siento cómoda contando historias.

Después de una temporada donde tuve que practicar de nuevo la relación con la muerte de mis seres queridos, empecé a sentirme muy sola y con miedo al ir experimentando los achaques propios de mi edad. En julio del año pasado, una noche me enfermé y no tenía fuerza ni para servirme un vaso de agua. Al día siguiente me sentí muy triste y preocupada; admití que sentía miedo: ya no quería, ya no podía vivir sola.

Mi esposo tenía ya tres años en una Residencia de Adultos Mayores a partir de que, a consecuencia de un infarto cerebral, se quedó sin caminar y con un brazo paralizado por lo que se mudó a vivir en lo que el llamaba “Casa de Rehabilitación”. Al recuperar su salud estaba tan contento y bien atendido que decidió quedarse ahí permanentemente “para seguir rehabilitándose”. Fue él quien me sugirió venir a vivir a otra residencia de la misma compañía. Por supuesto que mi respuesta fue ¡NO!, ¡no necesitaba una residencia para adultos mayores!, yo podía hacerme cargo de mí misma; además, mi trabajo era lo más importante de mi vida, vivir en un lugar así… De inmediato me moriría de depresión. Ese mismo día, el doctor (Director de las Residencias) me ofreció un espacio que estaban arreglando en otra de las casas, a unas cuadras de donde vivía mi esposo. Al día siguiente vine a ver lo que me ofrecían y a las 24 horas empecé a hacer el equipaje para mudarme.

Desde el primer momento sentí que ese era mi lugar, el destino me llevaba ahí, así que empecé a hacer planes sobre la forma en que viviría, con la suerte de que el lugar me brindaba la oportunidad de seguir recibiendo a mis consultantes y de ofrecer actividades a los integrantes de mi nueva comunidad. Escogí para mi sala y recámara mis muebles y cuadros preferidos, diseñé mi closet justo del tamaño para lo que guardaría y regalé o heredé todo lo que ya no era necesario para mi nueva vida. El 1º de agosto traje todo, lo puse en el lugar donde ya había previsto y dormí feliz esa noche, con todo instalado.

Me gustó tanto que enseguida bauticé mi hogar-consultorio como “Mi Casita Encantada”, porque estoy encantada de vivir aquí. Estoy muy independiente al fondo de un lindo jardín, y cuando vienen mis pacientes, también quedan encantados del lugar tan acogedor y tan de acuerdo con las Prácticas Narrativas, que es lo que llevo practicando y aprendiendo desde hace 25 años.

Ahora les diré porqué escogí este título para lo que estoy escribiendo. Primero quisiera sugerirles que ustedes hagan la prueba de preguntar en un grupo de amigos, colegas, el grupo que escojan: ¿qué significa “Adultos de la Tercera Edad”? ¿cuál es el cumpleaños con el que se llega a Adulto Mayor?, ¿a los 60 o a los 65, o cuando nos entregan la tarjeta del INSEN? ¿por qué ahora decimos “adulto mayor” en vez de anciano/a o “viejo” (“vieja” no porque eso ya es un insulto peor)? Mi experiencia ha sido que esto produce un gran alboroto, todos hablan a un mismo tiempo, nadie se pone de acuerdo y la plática pronto se cambia a algo más trivial y agradable, sin que haya habido conclusiones. Parece que la actual cultura de consumo nos ha enseñado a no hablar de estos temas porque se ven solamente como pérdidas. Lo mismo pasa con el tema de la muerte; me ha dado curiosidad (más bien he pensado en el hecho de) que hablamos con menos dificultad sobre nuestros proyectos, acciones y sueños por realizar, que a fin de cuentas son apuestas porque no tenemos ninguna certeza de que se realizarán; pero de la muerte, que es la única certeza, y de la vejez, a la que cada vez más personas están llegando según lo indican los estudios estadísticos, es mejor no hablar.

Recuerdo cuando yo tenía unos 40 años aproximadamente, una sabia y querida amiga que tenía entonces cerca de 90 años, me dijo que La Vejez era la etapa más difícil de la vida. Yo se lo creí pero no entendí nada. Ahora sí he entendido que tenía razón. ¡Claro que es difícil! pero también fueron difíciles la relación de 62 años de casados, la educación y crianza de los hijos, estudiar una carrera y titularme a los 50 años, fueron vivencias que me dieron y me siguen dando mucha felicidad. Me parece que: Lo difícil no es negativo, siempre hay algo positivo en todas las experiencias; además, lo que cuesta trabajo se valora más. Así, pienso que la vejez hay que vivirla “echándole ganas” como dicen los jóvenes, lo que yo traduzco como enfocarse en lo que tiene de bueno.

En la conversación que les sugerí, a veces se llega a tocar el tema de las casas, perdón, “residencias para el retiro de los adultos de la tercera edad” (¿por qué no séptima, octava, o novena, para decir algo más preciso?). Las personas que todavía ven muy lejos la vejez, con facilidad expresan que ellos se irán a vivir a estos lugares para no ser una carga para los familiares. Sin embargo, cuando se llega el momento de la decisión, con sus padres por ejemplo, lo frecuente es un sentimiento de tristeza y culpabilidad. Todavía pensamos que a los ancianos los debe cuidar directamente la familia. A “mis roomys”, como les digo de cariño a mis compañeros de casa, les he preguntado que si les gustaría vivir con sus hijos, todos me han dicho que no, sin embargo siguen hablando de “su casa” como si fueran a volver al pasado. Nuestra casa la sienten a veces como un hotel o una vacación y viven esperando la visita y las llamadas por teléfono de sus hijos, que son su fuente de alegría.

Yo venía con mucha ilusión de pensar en el trabajo que haría aquí con “mis roomies”, me sentía como la versión mexicana de Barbara Meyerhoff[i], de quien Michael White se inspiró para su artículo “Saying Hullo Again”. Pero me enfrenté a la realidad: ellos no querían nada, no había demanda. Decían que estaban aquí para que los cuidaran y los atendieran, que ellos ya habían trabajado en la vida y ahora tocaba descansar. Además, no fue agradable para mí ver reflejada la enfermedad, la pérdida de facultades… lo que a mí me podía pasar. Todos estábamos en “la plataforma del despegue” como decía un amigo…  ¡Ufff! Qué desilusión! Esto no era lo que yo había programado. Pero no me di por vencida, sabía que yo estaba aquí “para algo”, y me dije: “ésta es mi nueva familia”, el primer paso fue conocer, mirar y convivir, preguntar con curiosidad sin hacer juicios, para poder aprender como lo dice la Práctica Narrativa. Quizá si resaltaba lo placentero podría promover esta forma de vivir en “residencias para adultos mayores”, y contribuir para que se perciba como una forma de vida mejor aceptada tanto por los residentes como por los familiares.

Lo primero que admiré fue la disponibilidad, la paciencia y el gran cariño del equipo de empleados al hacer su difícil trabajo. Agradecí su forma de atendernos y cuidarnos. A los pocos días, di otro pasito, propuse que juntáramos las mesas del comedor para hacer una sola mesa, pues así, cada quien en su mesa, “teníamos que enchuecar el pescuezo como guajolotes para poder platicar”. Los hice reír. Poco a poco la convivencia ha sido cada día mejor, ahora ya tenemos otros muebles de comedor con una mesa grande donde cabemos todos y estamos más contentos. En la sobremesa, que se ha ido alargando, comentamos las noticias, a veces circulo mi celular para que vean los chistes y videos que recibo; contamos nuestras historias que frecuentemente se repiten pues la memoria a corto plazo ya no está muy presente y a veces las historias no corresponden a lo que realmente sucedió, como fui descubriendo. También hago preguntas sobre sus vidas, preguntas que les hacen volver a re-cordar lo que ahora les puede servir para valorar sus vidas, para estar más contentos y agradecidos, como pequeñas conversaciones de remembranza.

Estoy aprendiendo algo que no tenía apuntado en mi agenda: a convivir con viejitos. A veces es duro y se me salen las lágrimas al ver sufrimientos que no comprendo, pero también estoy teniendo la oportunidad de practicar el ser descentrada pero influyente, como lo indicó Michael White en su legado. Procuro no ser impositiva cuando creo que yo sé más del cómo se tendrían que hacer las cosas para que estuvieran mejor, me cuido de dar consejos cuando nadie me los está pidiendo. Y por otro lado estoy agradecida por mi preparación profesional, un privilegio que conlleva responsabilidad hacia el entorno, así que la psicología narrativa, que es parte de mi identidad, la pongo al servicio de los demás de manera informal, pero con mucho compromiso.

Les cuento que desde hace tres meses me volví cineasta (ja, ja). Descubrí que en la sala que casi no se usaba había una TV con pantalla grande y tenía Netflix. Propuse el cineclub para los lunes en la tarde que mis roomys no tenían actividades. Acomodamos los sillones y sillas en filas como en cinito. Toño, nuestro amable cuidador, es el que maneja la TV y yo soy la encargada de la cartelera. Pasamos la tarde juntos y el cineclub ha tenido tanto éxito, que todos los días no falta quien me pregunte que si va a haber película. ¡Tuve que ponerlo también los viernes cuando se picaron con la serie Velvet, que no se acaba nunca! He tenido algunos “motines a bordo” porque la TV se apaga a las 6:30 pm, que es la hora de la cena, y el capítulo se ha tenido que quedar a la mitad; como estaban picados, querían ver hasta el final, así que hicieron su berrinche igualito a los que hacen los niños cuando no quieren cumplir reglas. Aquí me sirvió acordarme de cuando mis hijos eran chiquitos: cariño y firmeza solucionaron el problema.

Para mí ha sido sorpresivo lo que he ido aprendiendo; por ejemplo, una vez le pregunté a una preciosa señora de 98 años de edad que cómo había sido su entrada a la vejez. Me contestó algo que ya quedó grabado en mi bitácora para siempre; me dijo: “hasta los 80 años estaba muy bien, pero me empezaron a caer los achaques en cadena, entonces me dije: Es la hora de ir a mantenimiento, a que me pongan las refacciones mientras las haya”. Tenía una mente muy lúcida y así murió al poco tiempo. Al amanecer la encontraron en su cama como un pajarito en su nido: murió dormidita. Pude agradecerle el haberla conocido y desearle “buen viaje”. Me di cuenta que yo estaba entendiendo a mayor profundidad lo que nos dijo Elizabeth Kübler Ross: que “la muerte es una etapa de la vida” y “la muerte es para valorar la vida”. Me sentí y me siento tan agradecida de haber tenido el artículo de Michael White “Decir Hola de Nuevo” hace 25 años, y desde entonces haber optado por un camino de vida con las ideas que proponen las Prácticas Narrativas. Mi forma de relacionarme con la vida es diferente y mi relación con la muerte de mis seres queridos ahora la entiendo como un cambio en la forma de existir: no está su cuerpo pero perdura su energía. Nunca me siento sola: mis seres queridos están muy presentes, me acompañan y me cuidan porque están “re-cordados” (unidos a mi cuerda, mi cordada de alpinista, para subir la montaña de la vida), y por eso les digo “Hola” todos los días.

Podría contarles muchas otras cosas, así que prometo que seguiré compartiendo en otra ocasión para seguir junto con ustedes la reconstrucción de la sabiduría de los ancianos en el Siglo XXI. Reitero que estos siete meses han sido muy sorpresivos, diferentes a lo que en general se cree en nuestra sociedad actual sobre esta forma de vivir la vejez. He tomado conciencia de lo poco que se conversa sobre lo positivo de este tema. Estoy agradecida por el beneficio de haber hecho este cambio en la forma de vivir por mi propia decisión; podría decir que me he movido a otro lugar en muchos sentidos, no solamente de domicilio.

Con mis consultantes aprovecho parte de las conversaciones para compartirles “mis descubrimientos” y compartirles la forma en que aquí se vive; cuando les pregunto si está bien para ellos que yo les cuente de mi vida, todos quedan muy agradecidos de lo que les comparto. Creo firmemente que quienes nos dedicamos a la salud y desarrollo de las personas y de la sociedad, tenemos que promover conversaciones sobre estos temas y enseñar sobretodo a los niños lo positivo, lo natural de la vejez y de la muerte. Mi experiencia me dice que eso les servirá para entender mejor lo que significa la felicidad.

Como les digo a mis consultantes, espero que el haberles compartido mis vivencias les sea de utilidad para programar su viaje personal, y claro, con la responsabilidad profesional integrada.

¡¡¡ARRIBA Y ADELANTE!!!

Besos,

Cuqui.


[i] Barbara Myerhoff (1935-1985) fue una socióloga y cineasta que trabajó en hogares de ancianos en Venice, California, en donde realizó ceremonias de definición para contribuir a construir redes e historias en común de ancianos judíos que habían llegado refugiados en su juventud, huyendo del holocausto y tenían en común la pérdida de sus raíces, sus historias de vida y sus familias de origen. Michael White se basa en su trabajo para desarrollar la Ceremonia de Testigos Externos y las conversaciones de Decir Hola de Nuevo.

9 Responses

  1. Xochiquetzalli

    Esta narración la leí en el momento que la necesito, justo hoy cuando me disponía a iniciar mi día pensé cómo enfrentaré cada mañana el próximo año, cómo resolveré ir al médico si lo necesito y no puedo desplazarme. Es verdad que se hace necesario desmitificar las casas para disfrutar la última etapa de la vida. Cuqui, dime dónde se ubica la residencia que nos describes.

  2. Jacqueline Magadan Gonzalez

    Mi querida Cuqui me volviste a tocar las fibras más internas de mi ser, volviste a remover con cada palabra a despertar esa conciencia interna, volviste a enseñarme q hay q comprar botas nuevas y heredar las usadas, mientras seguimos avanzando , porque es necesario , porque el cambio lo vivimos diariamente, de que hay q ser práctico, que nada es para siempre y que hay q VIVIR!!! vivir en el presente.
    Fue, es, y será por siempre un placer poder saber de ti, nuestra persona mágica. 💫

  3. Fredy Toriz

    Gracias Cuqui por tus letras, tus ideas, tus experiencias, pero sobre todo por compartir un poco de la energía de tus compañeras y compañeros de vida, que en sus lazos te comparten siempre la anecdota atinada para confortar a quien te lee, escucha y consulta . 😘

  4. Betina Haiat

    Cuqui! Mi mayor respeto por tu decisión de empezar una nueva etapa de vida y por compartirlo de forma tan generosa y profunda con tus lectores. Que tu aprendizaje siga siempre y todos los días enriqueciéndose. De todo se aprende y me queda claro que si queremos, como tu lo haces, a todo le encontramos un sentido!
    Un fuertísimo abrazo!

  5. Antonella Amicone

    Cuqui. Primero que nada quiero decirte lo mucho que he disfrutado leyéndote.
    Este artículo es oro molido para todas las personas que lo tengan en su poder.
    Muestras tus batallas, tus logros y tú conclusión de que “Lo difícil no es negativo “
    Palabras sabias para recordar siempre.

    El recorrido que has hecho es una muestra de tu trabajo interior y tus fundamentos narrativos que has hecho vida.

    Espero que tú artículo trascienda a muchas personas y aprovechen tu experiencia para enfrentar la etapa de Adulto de la Tercera Edad con esa alegría,entusiasmo,cariño y con la ilusión de seguir aprendiendo tal y como tú lo has hecho.

    Besos cariñosos. Antonella

  6. Leticia Arroniz

    Maravilloso tu artículo Cuqui
    Gracias por enviarlo
    El martes voy a ingresar al hospital para un trasplante de médula
    Cuando uno siente la posibilidad de morir, se valora más la vida
    La vida vale la pena y prepararse para lo que viene debe ser natural aunque es difícil
    Ahora siento ese miedo del que hablas. “Quizás no regrese a casa”
    Y mi esposo, mi hijo, mi nieta…?
    Te admiro Cuqui, has sabido entender que la vida no se acaba con la muerte, porque además Dios
    siempre ha estado con nosotros.
    Hemos sido afortunados en tener techo, comida, trabajo, amigos…
    Gracias a Dios
    Todo mi cariño Cuqui!!!

  7. María Guadalupe Landeros

    Cuqui como siempre tus palabras y ahora tu experiencia, me conmueven, hacen que te admire por la gran cantidad de enseñanzas que nos trasmites.
    Tú entusiasmo y tú influencia tan propositivas para con tu comunidad reafirma el compromiso no sólo en lo social, sino como profesionista.
    Va un gran abrazo con mucho cariño

  8. Fernanda Minauro

    Ho’a.
    Me gustaría saber cómo funciona la terapia narrativa.
    También me interesa saber el costo y el proceso a seguir.
    Gracias

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