Registro Derecho de Autor 03-2018-110913013600-01
| Por Mireia Viladevall y Beatriz Vela |
Mireia Viladevall y Beatriz Vela nos cuentan su experiencia al dirigir el trabajo de una de sus alumnas, quien realizó conversaciones de promoción de la salud desde las prácticas narrativas con un grupo de personas que viven con diabetes; estas conversaciones se realizaron en una clínica del ISSSTE en Zitacuaro, Michoacán. En este texto, nos narran cómo el papel descentrado pero influyente de la promotora de salud llevó al grupo a posicionarse distinto frente a la enfermedad y a definir la salud de una forma cercana y valorada.
La idea de este trabajo surge de mi experiencia como docente de la licenciatura de Promoción de la Salud y en prácticas narrativas; la experiencia de Beatriz Vela tanto en Prácticas Narrativas y como en educación en diabetes para niños y jóvenes; y la oportunidad que tuvo la estudiante en Promoción de la Salud Sammara Suárez de hacer unas prácticas con un grupo de personas que viven con diabetes en la clínica del ISSSTE de Zitácuaro y su petición de que dirigiera este trabajo.
En un primer momento, Sammara pensaba colaborar en este grupo hablando de una alimentación sana o de dietas, como ella lo nombró. Cuando le pregunté: ¿crees que esta sea una oportunidad para dar a conocer la promoción de la salud? ¿crees que esto que quieres hacer sólo lo puedes hacer tú, o alguien más? ¿crees que en la clínica hay especialistas en nutrición? ¿qué es lo que puedes aportar tu como promotora? ¿cómo crees que una promotora puede intervenir en este grupo y ayudar a promover la salud? Sammara empezó a cambiar de idea, y más aún cuando se acercó a la clínica y se enteró que el grupo ya había tenido cursos y talleres sobre la dieta ideal para una persona que vive con diabetes, e incluso todos sus miembros estaban en un programa de supervisión de peso.
Así es que la primera idea se transformó en una intervención desde lo que ella dio en llamar “emociones”. Luego de una pequeña reflexión Sammara se dio cuenta que no sabía a qué emociones se enfrentaría, ni tampoco, como promotora tenía las herramientas que se necesitarían para trabajar con esas emociones, pero más importante aún, Sammara cayó en la cuenta de que en la clínica contaban también con asistencia psicológica.
Ante todo lo visto, el primer reto que Sammara debía enfrentar dentro de la clínica era definir su campo de trabajo, su identidad profesional, para realmente poder aportar, como promotora de la salud, algo al grupo de personas que viven con diabetes que tan generosamente le había abierto las puertas para que ella hiciera una práctica. Le propuse entonces dejar de pensar en la enfermedad, que ya ésta cubierta por los servicios de la clínica, y que empezáramos por lo que ella sabía hacer: hablar de salud y promoverla.
La siguiente pregunta a la que nos enfrentamos fue: ¿cómo hacerlo y para qué? Para dar respuesta a estas dos preguntas le propuse trabajar desde las prácticas narrativas. Esto le hizo sentido, pues dichas prácticas NO son simplemente un conjunto de herramientas y dinámicas para trabajar con las personas, como erróneamente creen algunos Promotores.
Las prácticas narrativas son una forma de trabajar con las personas, de manera individual o grupal, a partir de conversaciones en donde se trata de crear contextos para que los discursos dominantes sean cuestionados desde los conocimientos, habilidades, valores, ilusiones y deseos de las personas, con el objetivo de que ellas mismas valoren y puedan tomar una postura informada, reflexionada, decidida sobre su vida y cómo la quieren vivir. Lo anterior implica crear contextos de conversación y reflexión donde cada persona y/o grupo pueda ver de distinta manera los discursos dominantes y/o condiciones de vida y a partir de ello puedan crear una nueva manera de ver, vivir y relacionarse con ellas mismas su entorno y/o condición de vida.
En este sentido, las prácticas narrativas se ligan con aquella Promoción de la Salud que piensa a esta última como un derecho humano fundamental cuyo fin es crear las condiciones básicas necesarias para que cada individuo de la sociedad, a partir del reconocimiento y el acceso a sus derechos como ser humano, pueda desarrollar todo su potencial [1]. La salud entonces, es el florecimiento de nuestra propia potencialidad humana desde un contexto ético, es decir en el entendido de que nuestra construcción como seres humanos y nuestro desarrollo total no pueden darse más que en convivencia respetuosa [2] y amorosa [3] con las demás personas.
El primer paso, y a sugerencia de Bety Vela, fue nombrar a las personas desde su condición humana y no desde su condición de enfermedad. Desde la mirada de las prácticas narrativas es muy importante distinguir a la persona (en toda su complejidad humana) de su condición y/o problema. La persona no queda reducida a su condición, si no que su compleja condición humana siempre es vista, reconocida y honrada. A ello, en narrativa se le llama externalizar.
El siguiente paso fue construir contextos alternativos para crear conversaciones externalizantes donde el foco dejara de ser única y exclusivamente la enfermedad y se reconociera la dimensión humana de las personas que iban a participar en el taller.
Para lograr lo anterior les propusimos que representaran con dibujos o muñecos a la salud y a la diabetes. Luego por parejas entrevistaron a cada uno de estos personajes. Uno de los objetivos de esta actividad fue reconocer el conocimiento que cada persona tiene sobre la salud y la enfermedad, las herramientas y habilidades específicas que han desarrollado en la relación con cada una de ellas. En el caso de la entrevista a la diabetes la práctica fluyó casi sin problemas. Sin embargo, la entrevista a la salud les implicó un gran reto, pues como grupo de personas que viven con diabetes, cuando se reúnen, las conversaciones giran alrededor de la enfermedad, invisibilizando el hecho de que son personas con vida, con ilusiones, deseos, valores, conocimientos, sentimientos, habilidades y herramientas. Suele pasar que cuando a una persona se la etiqueta de diabética, deja de tener vida y salud para convertirse en enfermedad.
Recuperar la dimensión humana y las infinitas opciones que ella presenta era uno de nuestros propósitos. Para consolidarlo, luego de la entrevista nos dimos el tiempo y el espacio para que cada persona del grupo pudiera compartir sus conocimientos habilidades y experiencias respecto a la salud y a la diabetes, así como las ilusiones, y deseos que tienen respecto a cada una de ellas.
Luego reflexionamos sobre el espacio que ocupa la enfermedad en nuestras vidas y el espacio que realmente queremos que ocupe. Una vez reflexionado esto, nos cuestionamos sobre las herramientas, habilidades y estrategias que podemos usar para lograr que la diabetes no tenga el volante de nuestra vida todo el tiempo.
Para lograr todo lo anterior y contrariamente a lo que se suele hacer en Promoción de la Salud, en las Prácticas Narrativas y desde el principio de respeto que debe fundamentarlas, es importante que las personas y grupos construyan su propio significado de salud. Las entrevistas y las conversaciones que realizamos nos ayudaron a construir con las personas del grupo un significado propio de lo que es Salud.
El grupo decidió que la salud es sentirse bien; es lo que se necesita para hacer lo que nos gusta. Así pues, para el grupo, estar bien es: estar con la gente que queremos y hacer lo que nos gusta; jugar con los nietos, hablar con los hijos, pasear o ir de viaje con la pareja, con los hijos y nietos. La salud, por lo tanto, está muy relacionada con el amor, es más, para muchos de los integrantes son una unidad indivisible. La salud es un trabajo constante que se puede realizar de mejor manera cuando te quieres y cuando reconoces el amor que tienes hacia los demás y que los demás (hijos, pareja, nietos) tienen hacia ti. Reconociendo con ello el cuidado que las personas que viven con diabetes tienen para ellas y para las personas que viven a su alrededor, desde una visión de responsabilidad. Para ellas cuidarse implica seguir manteniendo las condiciones físicas y emocionales necesarias para poder llevar a cabo su propio proyecto de vida: estar bien para poder convivir, estar y acompañar a sus hijos, nietos, y seres queridos.
La reflexión sobre el cuidado, junto con las reflexiones de Bety Vela, nos llevó a la conclusión de que la responsabilidad del cuidado no sólo es de la persona que vive con diabetes, sino también de los seres queridos y de la propia sociedad, hacia las personas que viven con diabetes. Al respecto, es importante mencionar que empezamos el taller con 20 participamos y terminamos con 60, dentro de los cuales se encontraban también miembros de la familia de las personas que viven con diabetes, quienes llegaron a compartir y entender mejor cómo acompañar y asumir desde dónde a ellos les hace más sentido la responsabilidad de cuidados que les toca como familia cercana de personas que viven con diabetes.
Por otro lado, se habló de la necesidad de crear espacios donde este tipo de reflexiones se pueda dar, donde se pueda pensar, por ejemplo, en la costumbre de festejar incluyendo bebidas alcohólicas, botanas industrializadas, refrescos y pasteles. Reflexionamos acerca de cómo crear otro tipo de celebraciones mucho más sanas. Se propuso llevar a cabo una celebración sana para terminar el taller, que incluyó, a propuesta de las talleristas, una caminata, estiramientos, y un festejo con agua de sabor sin azúcar, y comida realizada en casa y balanceada, sin postres prefabricados, ni botanas industrializadas.
Trabajar con el grupo de ayuda de personas que viven con diabetes reconociendo que las expertas en el tema son ellas, implica trabajar con ellas, no desde un lugar de poder, desde el escalón del universitario sabedor, sino desde un lugar de curiosidad, de interés, de reconocimiento y de respeto. Lo anterior en prácticas narrativas puede ser entendido como “tener un papel descentrado pero influyente”. Es decir, no nos convertimos en el centro del conocimiento, no somos quienes decimos cómo son las cosas. No somos quienes tenemos La Definición de la Salud mientras los otros son los que no saben o no tienen el conocimiento sobre la Salud.
Ello nos permite conocer sobre los saberes y significados que las personas construyen con su experiencia sobre la salud. Permite que ellas mismas le den el sentido que (valga la redundancia) a ellas les hace sentido sobre la salud, como en este caso: Salud es el resultado de una práctica y una reflexión amorosa sobre mi y sobre las personas que quiero y me quieren. A partir de esto se inicia el camino donde la persona se apropia de su experiencia y su saber, toma postura ante su condición, y se apropia y revalora ideas, deseos, ilusiones y esperanzas. Tal como nos expusieron algunas de las personas participantes, este trabajo les recordó que seguían vivas, que tenían sueños, deseos e ilusiones por cumplir.
El grupo, desde esta mirada, se convierte en un espacio de encuentro, donde se comparten experiencias, saberes, dudas, temores, ilusiones, deseos, compromisos y trabajo. Se miran, se reconocen, y hablan de la necesidad de trabajar en conjunto para concientizar a otras personas de la necesidad que como sociedad tenemos de ver, escuchar y acompañar a quienes viven con una condición como la diabetes; de la necesidad que como sociedad tenemos de crear ambientes y espacios sanos para la convivencia e inclusión de todas los personas que integran la sociedad. Algunas de las personas del grupo empezaron a poner en práctica esto al compartir ideas con las personas que quieren y les quieren, y entonces empezaron a llegar a las sesiones en compañía de familiares que quisieron participar, aprender y compartir el saber de quien acompaña diariamente a una persona querida que vive con diabetes.
La promotora en este caso trabajó desde un lugar influyente pero sin ser el centro, o en otras palabras, funcionó como aquella persona capaz de prender el motor del cambio que el propio grupo tiene, hacia la dirección que el propio grupo quiere.
[1] En este sentido, estaríamos muy cercanos a la postura de Consuelo Chapela. Ver http://www.saludcolectiva-unr.com.ar/docs/SC-066.pdf [2] Entendiendo por respeto un reconocimiento que no solo pasa por el reconocimiento de los derechos humanos de cada miembro de la sociedad si no también el reconocimiento/entendimiento de sus necesidades humanas y sus deseos e ilusiones. [3] Amoroso en este caso podría entenderse como lo hace la ética del cuidado. Ver por ejemplo http://www.secpal.com/%5CDocumentos%5CBlog%5Ccuaderno30.pdf
Deja un comentario