| Por GTNC |
Una colega que conversa con jóvenes homosexuales nos comparte sus experiencias al invitar a algunos de ellos a la sesión de otro consultante, así como a las madres de todos ellos. Este documento rescata algunos de los aspectos que, de manera individual, estas personas consideraron importantes en su caminar.
En los años que tengo trabajando han sido varias las familias que se han acercado a mi consulta al enfrentarse al reconocimiento de uno de sus hijos como homosexual. Aún cuando siempre trabajo desde las necesidades y situación particular de la familia y del individuo, he descubierto que hay aspectos importantes a incluir, ya que tienen el efecto de dar certidumbre y contención a la familia.
Cabe mencionar que en mi práctica privada usualmente trabajo con familias de clase media alta, que en su mayoría los padres cuentan con estudios universitarios, y que viven una preocupación genuina por el bienestar de sus hijos. Dentro de los aspectos que trabajo con este tipo de familias se encuentran:
- Dejar claro a los miembros de la familia que la preferencia sexual no es una decisión. La homosexualidad no es algo que se pueda quitar. Tampoco se puede “componer” porque no hay nada descompuesto ni enfermo en la persona. No es hereditario y tampoco hay eventos determinantes en la vida de la persona que lo hayan llevado a tomar dicha decisión. Mi experiencia es que la mayoría de los padres buscan de inmediato encontrar en qué se equivocaron al educar a su hijo(a) que lo llevó a “volverse o convertirse en homosexual”.
- Le llamo “infierno” al tiempo que pasa una persona debatiéndose con ella misma bailando con la idea de que probablemente le gustan las personas de su mismo sexo, hasta llegar al reconocimiento pleno de su preferencia sexual como gay o lesbiana. Este proceso muchas veces los lleva a vivir periodos en donde pierden el sueño y/o el hambre, se pueden mostrar ausentes y en la mayoría de los casos hasta llegar a forzarse a tener una relación amorosa con una persona del sexo opuesto, buscando contradecir lo que sienten.
- Protegerse y generar ambientes seguros. La comunidad gay en su lucha por obtener espacios y reconocimiento, en muchos momentos ha tenido que generar situaciones de confrontación, pero pareciera que dicha lucha se lleva a cabo en muchos casos no sólo a nivel de comunidad, sino también a nivel personal. “Salir del closet” es el término que utilizan cuando le han informado a alguien sobre su homosexualidad. “La comunidad gay parece haber asumido que para vivir verdaderamente como gay es necesario salir del closet de cierta manera”. Sekneth Hammoud-Beckett introduce la idea de “entrar” en lugar de “salir del closet”, refiriéndose a que en muchas sociedades, incluyendo la nuestra, salir del closet puede ser un acto en donde la persona se expone a ser discriminado y maltratado, pero siempre tiene la oportunidad de invitar a las personas importantes para él o ella a que entren a su lugar. Elegir a las personas que lo van a cuidar y proteger para que entren a su vida en lugar de salir y exponerse a un mundo hostil.
- Como establece Michael White, todos nos movemos por lo que valoramos en la vida, así que cuando las familias me hablan acerca de su miedo a cómo va a ser cuando su hijo gay tenga una pareja o qué clase de pareja va a elegir, siempre hago la referencia hacia sus hijos heterosexuales, ya que las personas gay viven su proceso de elección de pareja de la misma manera que las personas heterosexuales, y elegirán a la persona con quien compartan aspectos que considere importantes para su vida. Además, una persona que no está acostumbrada a tener demostraciones intensas de afecto frente a los demás, cuidará ese aspecto sin importar su preferencia sexual. La educación y valores que se transmiten a los hijos se viven de la misma manera en las personas gay y lesbianas como en los heterosexuales. Todos tenemos posibilidad de equivocarnos al elegir pareja y cuando se termina una relación importante, se vive de manera similar el dolor en los miembros de la pareja sin importar el género de las personas.
Incluyendo las premisas anteriores, inicié el trabajo terapéutico con Fer. El motivo de consulta fue que Ana descubrió en su hijo de 13 años, presentaba 19 moretones en la parte superior de los brazos. Al cuestionarle la razón, Fer informó a su mamá que se los había hecho un compañero de la escuela. Al preguntar a Fer acerca del maltrato respondió que sus compañeros lo molestan llamándolo “maricón” y otro tipo de palabras descalificantes que se utilizan para referirse a los homosexuales. Al hacerle la pregunta: “¿Qué crees que es eso que ven tus compañeros en ti que te molestan de esa manera?”, Fer me respondió: “Mira, la verdad es que soy muy niña: me gusta el color rosa, tengo letra muy bonita, dibujo muy bien, me gusta cantar canciones románticas y sólo tengo amigas mujeres”.
Poco tiempo después Fer se reconoció gay y lo abrió con su mamá y dos amigas muy cercanas a él. Intentó hablar del tema con la maestra de salud de la escuela, planteando el caso como el de un amigo y la respuesta de la profesora fue: “Aléjate de ese niño; con decisión puede regresar al buen camino”. Una vez que hablamos e investigamos juntos al respecto, le quedó claro a Fer y a su mamá que la preferencia sexual no es una decisión, contrario a la información que había recibido en su escuela. Trabajamos de manera especial las herramientas y métodos que tiene Fer para protegerse en la escuela del bullying, llegando a descubrir que se cuida más de lo que él pensaba, además de que empezó a utilizar nuevas estrategias logrando con ello tener, actualmente, una buena relación con el chico que antes lo golpeaba. No obstante, al seguir viviendo bullying dentro de la escuela, le pregunté si le gustaría que invitáramos a algunas personas con las que yo había trabajado y que ya habían pasado por el proceso que él está viviendo. Mi propuesta iba en el sentido de tener una sesión de equipo reflexivo. Fer decidió invitar a su mamá, lo cual me pareció acertado, dado que el proceso se ha realizado a nivel individual y familiar. Decidí invitar sólo a hombres y no mujeres gay, basándome en la premisa de que en nuestra cultura a esa edad, se vive de manera diferente el ser hombre o mujer homosexual.
Por casualidad, las mamás de dos de nuestros invitados se encontraban presentes y pudimos localizar a la mamá del tercer invitado, llegando a tener una reunión con 3 invitados y sus mamás. Nuestros invitados a la sesión fueron: Manuel (tiene actualmente 25 años, es diseñador de modas y se reconoció gay aproximadamente a los 14 años) y Alfredo (tiene 27 años, es ingeniero, trabaja en una empresa transnacional y se reconoció gay aproximadamente a los 20 años de edad). Abrí el tema mencionado refiriéndome al mal momento que vivía Fer en la escuela con sus compañeros varones. Al respecto, Alfredo comentó no tener nada que decir sobre el tema, dado que él a esa edad no tenía ningún problema para relacionarse con sus compañeros, ya que gusta de juegos “de varones” (como el futbol) y solía presentar un comportamiento esperado para los hombres en nuestra sociedad mexicana. Además, “En esa edad ignoraba los pensamientos y sentimientos que me llegaban acerca de que me gustaban más los hombres que las mujeres porque me generaban mucha angustia”. Por su parte, Manuel comentó haber experimentado una situación similar a la vivía en ese momento Fer; al preguntarle qué le ayudó a protegerse del bullying, dijo: “Cuando estaba en una escuela poco tolerante, como le pasa a Fer, me protegían mis amigas y llegó el momento en que golpee a uno de los compañeros que constantemente me molestaba”. Sin embargo, llegar a los golpes no era una opción para Fer, debido a que, como él mismo estableció, “A mi no me gusta la violencia, además de que físicamente estoy en desventaja por mi tamaño y complexión”. Ahondamos acerca de los diferentes tipos de escuela. Manuel hizo saber que cuando él entendió, a través de su proceso terapéutico, la importancia de protegerse y buscar ambientes seguros, se dio a la tarea de buscar una escuela que como valor incluyera el respeto a las diferencias, “al encontrarla cambió mi vida”, dijo. Por su parte, Alfredo mencionó que su actual pareja vivió un proceso similar al elegir universidad y su potencial ha salido a la luz desde que se encuentra en un ambiente en donde no tiene que protegerse constantemente. Los tres coincidieron que desde su experiencia y en nuestro país, las escuelas religiosas no son un lugar seguro para los chicos gay, hasta el día de hoy. También coincidieron al mencionar que tanto Manuel como Fer y todos aquellos que su apariencia, gustos y manera de comportarse es más “femenina” se encuentran más expuestos a la descalificación y bullying, pero, al mismo tiempo, les proporciona mayor libertad para reconocerse como homosexuales, viviendo el periodo de “infierno” un tiempo menor, que, como en el caso de Alfredo, al manejarse dentro del estereotipo masculino en nuestra sociedad, su tiempo de “infierno” fue mucho mayor.
Tanto Manuel como Alfredo coincidieron que sus amigos gay vivieron procesos similares a los mencionados. Fer abrió el tema acerca de lo difícil que era para él manejar la información hacia su familia, ya que le gustaría invitar a su lugar en algún momento, a la pareja de su mamá y a los hijos de éste, con quienes convivía diariamente. Dentro de las sesiones individuales, concluyó que a su papá (sus padres se encontraban divorciados desde hacía aproximadamente 6 años) y a la familia de éste, por el momento, no podía incluirlos como personas que lo cuidaban y respetaban porque eran abiertamente homofóbicos, y su papá le había respondido de manera directa a la pregunta:
– ¿Si te dijera que soy gay?
– Te mato. Me olvidaría de que existes.
Tanto Manuel como Alfredo mencionaron el haber utilizado “depositarios del secreto” que sabían lo iban a abrir hacia las personas que los querían. Manuel mencionó que le dijo a una de sus primas, a quien le tiene mucha confianza, y aún cuando no le pidió de manera explícita que informara a las demás personas de la familia, sabía que lo iba a hacer. Esto, para él, fue liberador, ya que él estaba seguro de que los demás sabían, pero nunca lo tuvo que decir. Por su parte, Alfredo compartió con el grupo que él se sintió con la confianza de decirlo a su hermana, aún cuando no sabía que la estaba haciendo depositaria de su secreto y que lo abriría a sus papás: “No sabía que lo iba a abrir, sólo esperaba que lo hiciera, y cuando lo hizo, fue tan grande el impacto que me asusté y me enojé con ella, aún cuando había una parte de alivio dentro de mí que en ese momento no pude ver”. A Ana, la mamá de Fer, el utilizar depositarios del secreto le pareció algo acertado y hasta pensó en las personas a las que acudiría en el momento indicado. Al preguntar a la mamá de Manuel y Alfredo cómo habían manejado la información y a quiénes habían invitado a su lugar, ambas coincidieron en decir: “Yo no le digo a nadie porque es una información que no es mía”. Al cuestionarles si han deseado abrirlo con algunas personas, la mamá de Alfredo dijo que ella quisiera compartirlo con una de sus hermanas, a quien le tiene mucha confianza y sabe que no va a juzgar a su hijo; mientras que la mamá de Manuel mencionó que ella quisiera abrirlo con alguna amiga, porque gracias a las características de Manuel en su familia todos saben que es gay. Llamó particularmente mi atención la manera en la cual ambas madres cuidan y no se sienten poseedoras de la información por “respeto”, según mencionaron. Al preguntar a los chicos qué pensaban al respecto, ambos mencionaron que si ellos no lo habían abierto con las personas cercanas a sus madres era porque percibían que esa información era de ellas, y a ellos les correspondía ser respetuosos hacia las decisiones de sus madres, además que pensaban que si no lo habían abierto era porque ellas preferían que su gente cercana no lo supiera. “Como mi papá”, mencionó Alfredo, “él me dijo que me respeta, pero que es un tema del que no va a hablar y no quiere que su familia se entere”.
Madres e hijos hicieron un contrato en donde las madres eran libres de utilizar la información sobre la preferencia sexual de sus hijos como mejor les pareciera. La madre de Alfredo dijo sentirse bien y agradecida de poder buscar apoyo en personas en quienes confía y (sabe) respetarán a su hijo y a ella. Al preguntar a las madres cuál había sido la parte más difícil de caminar con su hijo, todas coincidieron en la preocupación de que sufrieran, ya que vivimos en un país especialmente homofóbico, en donde se descalifica la homosexualidad en el lenguaje cotidiano, abarcando desde palabras despectivas al respecto, hasta chistes y bromas sobre la vida de las personas homosexuales. En ese sentido, los chicos comentaron que al abrirse ese tipo de temas en sus ambientes sociales, ellos defienden la postura gay mientras ellos se encuentren a salvo. Alfredo mencionó: “Hay veces que me cuesta trabajo decir: ‘Hasta aquí puedo hablar’, pero lo tengo que hacer para protegerme”, “Son los momentos en los que recuerdo: yo invito, no salgo”.
Por último, las madres comentaron vivir con la fantasía de que los chicos cambiaran su preferencia sexual. “A lo mejor en uno o dos años cambia”, era la frase que guiaba su fantasía (coincidieron todas). Ana mencionó que cuando se divorció le dijeron que sus hijos iban a tener siempre la fantasía de que sus papás estuvieran juntos aún cuando eso fuera imposible; al hacer la comparación con la fantasía de que su hijo va a cambiar, las demás mamás coincidieron en que es una fantasía de ese tipo.
En resumen:
- Chicos que presentan más características “femeninas” se encuentran más expuestos a vivir bullying en la escuela y ambiente de trabajo, por lo que en casos en los que existe la posibilidad, es importante buscar ambientes que incluyan respeto a las diferencias.
- Algunos chicos que presentan características más “femeninas” viven su periodo de “infierno” en un tiempo menor que aquellos que llenan las características del estereotipo masculino establecido por nuestra sociedad.
- En algunos casos puede haber un “depositario del secreto”, refiriéndonos a aquella persona que por ser cercano y respetuoso con el chico, podrá abrir el tema hacia personas que son importantes, pero que el joven no desea enfrentar directamente.
- Marcar la defensa hacia la postura gay hasta el límite en donde la integridad de la persona no se encuentre en riesgo.
- Para las madres de estos chicos gay, la preocupación más grande es que sean felices.
- Dentro de la terapia familiar, cerciorarse que se hable acerca de las personas a las que los padres y hermanos pueden abrir la información, de manera que tanto los padres como los chicos sean respetuosos hacia los ambientes del otro.
- Las madres pueden vivir con la fantasía de que su hijo va a cambiar su preferencia sexual hacia la heterosexualidad, aún cuando reconocen no tener elementos para hacerlo.
Compartir con personas que han vivido el mismo proceso no sólo da la claridad de no estar solo, sino que también ayuda a generar ideas sobre mejores maneras de enfrentar situaciones similares. Acompañar a personas homosexuales y personas cercanas en el momento de reconocerse y abrirlo hacia dentro de la familia, es un privilegio que tenemos como terapeutas.
REFERENCIAS
Altman, D. (1999). History, Theory and Culture. En R. Gibian. (Ed.). Bisexuality: identity, politics and partnerships: Special issue of Dulwich Centre Journal, No. 1. Adelaide: Dulwich Center Publications.
Castañeda, M. (2006). La experiencia homosexual: para comprender la homosexualidad desde dentro y desde fuera. España: Paidós.
McLean, C. (2002). Speaking out form dominant position. En D. Denborough. (Ed.). Queer: Counseling and Narrative Practice. Adelaide: Dulwich Center Publications.
Hammoud-Beckett, S. (2007). Azima ila Hayati – An invitation in to my life: Narrative conversations about sexual identity. The International Journal of Narrative Therapy and Community Work, 1, pp. 29-39.
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